El factor Churchill
se lee con facilidad. No es propiamente una biografía sino más bien una elegía
al gran líder inglés, salpimentada eso sí con abundantes anécdotas y alguna que
otra reflexión política de cierto interés. Su autor es el actual primer
ministro británico, Boris Johnson, que antes de saltar a la política era un
célebre periodista autor de varios libros.
El “factor Churchill”
del título es una idea que aspira a convertirse en concepto universal. Johnson
nos explica en las primeras páginas que se refiere a esas situaciones
históricas en las que todo parece fatalmente determinado hasta que surge una
sola persona para cambiarlo todo. Por supuesto lo ejemplifica con el empeño de
Churchill de luchar contra Alemania en 1940, cuando una mayoría de políticos británicos
urgían a mantenerse al margen. Según Johnson, y esto parece bastante verosímil,
si otra persona hubiera sido primer ministro seguramente no hubiera habido la
valiente resistencia británica que dio tiempo a una intervención de Estados
Unidos y la posterior derrota del III Reich.
Sin duda la idea de que
existe un posible “factor Churchill” contradice todas las teorías históricas
estructuralistas y materialistas en las que las iniciativas individuales no
tienen casi importancia (Esto es un tanto a favor, porque lo de los manuales de
historia en los que las victorias militares se explican por el precio del trigo
nos chirrían ya un rato).
Tanto el biografiado,
que escribió decenas de libros, como el autor, son talentosos y prolíficos.
Aunque no he leído nada del primero, le dieron el premio Nobel (según nos
cuentan aquí en parte porque los suecos querían hacerse perdonar por su
neutralidad en la IIGM), por lo que más o menos escribiría bien. En cuanto al
segundo, solo conozco este libro, pero desde luego es una buena obra, ágil y
con argumentaciones bien cosidas.
Aquí ya tenemos el
primer hecho que llama la atención para un carpetovetónico: dos primeros
ministros del siglo XX británico ostentan una más que probada competencia
intelectual. Al margen de si se está de acuerdo con sus políticas o no, ambos
demuestran además empuje y voluntad de cambiar las cosas; no se dejan arrastrar
por los acontecimientos, los provocan. De Churchill está todo dicho en este
sentido, pero Johnson también fue fundamental en sacar al Reino Unido de la
Unión Europea, tarea hercúlea para la que no todo el mundo estaba
capacitado.
También llama la
atención para un habitante de España, un país tan severo consigo mismo, la
parte del libro sobre los errores de Churchill, que Johnson desarrolla en
varias páginas, pero minimizándolos y tratando de justificarlos. Excluye los
bombardeos de Dresde, que solo se mencionan de pasada, pero quedan entre muchos
otros, Galípoli, donde por un traspié táctico de Churchill murieron miles de
soldados aliados, o la decisión de regresar al patrón oro que arruinó la
industria británica.
(Uno no puede dejar de
pensar que si escribiéramos aquí con tal benevolencia y voluntad exculpatoria
sobre nuestros líderes, también podría haber un “factor Adolfo Suárez” o
incluso un “factor Conde Duque de
Olivares”.)
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