15.4.13

Una ficción: La ciudad de los malditos




Cuenta Vila-Matas, y yo doy razón, que fue él quien auspició el nacimiento de la legendaria estación fantasma.
Todo empezó cuando, harto de que se le acusara de ser un personaje poco vilamatasiano, decidió convertirse en otra persona y desaparecer. Se transmutó entonces en un tal Onofre Villaespesa, poeta y ajedrecista aficionado, así como conocedor de que bajo Madrid existen docenas de kilómetros de vías abandonadas. En un arrebato decidió conquistar esta fabulosa red, y como un D´Annuzio suburbano, congregó a todos los poetas, bohemios y desahuciados varios para crear en las profundidades una ciudad paralela de artistas. A su llamado acudimos muchos voluntarios, a cada cual más sarnoso. Cuando llegamos a los cien hombres decidimos constituirnos en brigada rebelde. Armados con palos y liderados por Villaespesa nos lanzamos a la conquista del nuevo mundo entrando por las cocheras de Sol (En honor a la verdad, he decir que la resistencia que nos encontramos se ha exagerado. No tuvimos que enfrentarnos a una división de húsares, como luego se dijo, si no a un vigilante jurado, bastante apático y que nos dio las llaves si muchas reticencias).
Una vez dentro, vimos que nuestro nuevo hogar era aún más espectacular de lo que habíamos soñado. El agua se había filtrado a lo largo de los años y sobre las vías en desuso fluían canales ¡No era una nueva Trieste, sino una nueva Venecia lo que teníamos!
Pero pasados unos días de celebración, y una vez que fortificamos el lugar, nos dimos cuenta de que había unas cuantas cosas con las que no habíamos contado, como los polizones o la falta de comida. No calibramos bien nuestro daño al ecosistema y en seguida cazamos a todos los cocodrilos. Sólo quedaron unos peces verdes bastante insípidos y… las ratas.

Pronto el inefable Benjamín Prado, que fue brigadista al principio, publicó su hoy célebre Noticia de las catacumbas y nuestra ciudad de los malditos dejó de ser secreta. Cientos de inadaptados suplicaron en las puertas el poder unirse. Al principio les dejamos entrar, pero temerosos de que el número de bocas que alimentar superaran al de los roedores, tuvimos que empezar a hacer cribas entre los candidatos. Hubo que configurar una sociedad con reglas.

Villaespesa, como líder que era, estipuló un perfil de malditismo bastante estricto para unirse. Pensó que los lunes por la mañana era un buen momento para abrir las puertas de nuestra ciudad y elegir entre los aspirantes.
-El lunes es un día óptimo. La gente de provecho suele estar ocupada.
Un barullo de apestados se congregaba a las puertas. Villaespesa señaló a un cojo sin dientes.
-¡A ver, ¿usted quién es?
-Yo soy el Peñas, babeo al hablar y soy el borracho oficial de La Elipa…sssff… Puede preguntar por ahí…sssff
-¿Alguna obra fallida?
-Unos cuantos poemas que me publicaron y no tuvieron repercusión…sssff
-Muy bueno, muy bueno…aquí comemos ratas ¿lo sabe?
-No será la primera vez…sssff
-Entonces mmm…-Villaespesa dejó unos segundos de suspense-… disfrute de su estancia en nuestra ciudad suburbana ¡Siguiente!
Se acercó un tipo con pinta de estrella de rock, repugnantemente limpio. Se presentó como Raimundo
-Ya… no me la cuelas…eres Ray, Ray Loriga- dijo Villaespesa, que parecía enfadado.
-Bueno… sí. Pero quiero ser un maldito.
-¡No!¡Aquí tenemos reglas! No aceptamos a cualquiera. Hay que ser un maldito de verdad. Tú tienes éxito ¿Esgrimes algo a tu favor? No sé… ¿sífilis, esquizofrenia,…eres satánico?... Algo… ¡no es tan difícil!
-No, pero…
Raimundo miró alrededor, buscando un salvavidas. Entonces se fijó en un gafapasta que aguardaba su turno
-¿Y qué pasa con ese tío que tiene pinta de creativo publicitario? -preguntó a la desesperada.
-Oiga, oiga, si faltar que a mí me han rechazado seis novelas y tengo gonorrea ¡Mire!- replicó el gafapasta mientras se desabrochaba los pantalones.
-¡Fabuloso, fabuloso, qué hermosura, pase, pase, no le entretengo!- sentenció Villaespesa mientras le indicaba el acceso al aludido.
Raimundo, decepcionado, bajó la cabeza y murmuró:
-Siempre he querido ser un maldito…
-Pero tú publicas y te dejas ver con hembras portentosas. No puedes dártelas de perdedor encima- le espetó Villaespesa
Michi Panero, que pasaba por allí, intervino en defensa del joven.
-Villaespesa, tú tienes un avatar que no es un maldito precisamente…¿Por qué no le das una oportunidad al chico? Ya sabes, como hiciste con aquél Grande de España.
-Sí…le di unos días para que cambiara el final feliz de su novela y se asegurarse así el fracaso. Luego se metió en desintoxicación, él ¡tan abstemio! y se hizo adicto a la metadona…también perdió todo su dinero en un casino…se dejó de lavar…¡cómo apestaba!…Sí, sí, se redimió.
Raimuno sintió que él podía hacer todo eso. Súbitamente eufórico se despidió.
-¡Vuelvo en unos días!

LA ÚLTIMA NOVELA DE RAY LORIGA AGOTA TRES EDICIONES EN UN FIN DE SEMANA
Cuando leí el titular en uno de esos periódicos a los que el Peñas daba utilidad, me di cuenta de que algo no iba bien.
-¡Villaespesa, lo juro! Recorté y pegué a lo loco los párrafos. Borré páginas enteras, aquello era ilegible, ¡una mierda! pero lo publicaron igual.
Otro lunes, otro intento por entrar y Villaespesa, endiosado, abre con sorna un ejemplar de Qué leer.
-Vaya, vaya, vaya…¿qué pone aquí? Ray Loriga lleva al paroxismo el lenguaje postmoderno…y a la novela española a un punto maestro…
-Pero si era una parida…
-...una nueva era para la novela universal…se preparan traducciones…candidato al Cevantes…premio Planeta…
-Noooo…
Y bueno, ya os imagináis el resto.
Su última esperanza era perder con estilo en Montecarlo. Lo intentó toda la noche, y ganaba y ganaba. Miss Abril y miss Agosto se le acercaron dispuestas a complacerle. Él se tiraba pedos para ahuyentarlas, pero nada; el vil metal segregaba hormonas. Salió en la prensa rodeado de playmates y con fajos de billetes. ”Retrato de un triunfador” decían los titulares. Y él con una mirada de infinita tristeza.
Raimundo tuvo que soportar la carga de haber nacido con buena estrella.

Recuerdo que una noche de Abril, cuando debatíamos sobre el alimento, Villaespesa no dijo nada. Tenía la mirada perdida. Y a la mañana siguiente había desaparecido. O mejor dicho, se transmutó de nuevo. Apareció convertido, casualmente, en el muy sibarita Marqués de las Praderas que, horrorizado ante nuestros modales plebeyos y lo reducido del catering, abandonó el lugar para volver a sus fincas sorianas. Nadie pudo decirle nada porque era, de hecho, otra persona.
Tras el abandono de nuestro prócer todo decayó, y las deserciones continuaron, incluida la mía. Pero quedaron algunos, que todavía siguen ahí, robando la merienda a los funcionarios de metro o reventando las máquinas de chocolatinas. Ahora son pocos ya. Pero les va mejor. Salieron a las vías, en la línea 1. Han ocupado la estación fantasma entre Iglesia y Bilbao, dónde viven. Son los que mantienen viva la leyenda, aunque bien es cierto que el instigador fue Vila Matas, claro, que ya ha vuelto a ser el de siempre.

7.4.13

(texto que escribí para un amigo actor que necesitaba un monólogo)


Recuerdo cuando me avisaron de que la abuela había muerto ¡no! con noventa años iba a estar preñada ¡qué mala era! mató al abuelo, la jodía, ella lo denunció, con dos condenas de muerte y sí, señor, en el monte está, yo le llevo, nosotros huérfanos y creciendo con esa hija de puta ¡vaya infancia! era muy beata, eso sí, nos daba con la vara para que viéramos lo que es sufrir martirio, y a la pobre María, para un novio que se echaba y la vieja diciéndole que vaya sarnoso se había traído a casa, delante del chico, que huyó, y la María llora que te llora, la machacó, que eres fea, que no vales para nada, y la María con unos sollozos, luego a la vieja cabrona le da un infarto y se queda inútil, y que tenemos que cuidarla, que se lo debemos, que con lo que ella ha hecho por nosotros, yo me apunté corriendo voluntario y a Melilla, no pasó nada, eso es de hombres, pero la pobre María, mujer y solterona, a pringar, a meterle comida en la boca la vieja, a limpiarle el culo, y la vieja con insultos todo el día, que esto está mal, que no me extraña que no encuentres marido, so fea, so inútil, y María llorando, sí, recuerdo cuando me avisaron de que la abuela había palmado, María dijo que fue por la tormenta, que un viento de desgracia había entrado por la ventana del baño, empujando a la abuela y desnucándola, y el benemérito, pues vale, eso pongo en el informe y tan tranquilo, la verdad es que no tenemos ventana en el baño, claro, que no seré yo quien lo mencione, la María ya no llora.