19.4.15

El materialismo histórico



Francisco Fernández Buey advierte que es un poco complicado hablar del materialismo histórico, ya que Marx nunca quiso construir una Filosofía de la Historia, y nos dice que en La ideología alemana encontramos lo esencial de su visión histórico-social. Jon Elster,  en Una introducción a Marx, parece estar de acuerdo, y resalta que el pensador alemán habló de metodología histórica en distintos lugares y de manera contradictoria, pero nunca sistemáticamente y con coherencia. Nosotros intentaremos perfilar aun así lo que era el materialismo histórico para Marx, siguiendo principalmente a Elster.  

Este autor noruego, discípulo por cierto de Raymond Aron, reprocha a Marx su falta se sistematicidad es este campo. El materialismo histórico aparece en tres obras y con tres argumentaciones distintas. El primero es en el Manifiesto Comunista, donde toda la Historia viene impulsada por la luchas de clases. Luego, en el prefacio de la Crítica de la economía política, dice que la historia no es más que el desarrollo de las fuerzas productivas. Y finalmente en el Grundrisse y El capital, sostiene que la historia se configura cuando los comerciantes aislados empiezan a comerciar entre sí y obtener excedentes. Elster sostiene que las explicaciones son incoherentes, y que si las integramos las respuestas pasan a ser desconcertantes. Al final concluye que Marx “adolecía de una severa falta de control intelectual”. 

Pero nosotros intentaremos seguir vertebrado una exposición de lo que es el materialismo histórico.

Marx funcionaba a dos niveles, como teórico abstracto y como analista empírico. Como esto último es como se presenta el materialismo histórico, que Elster define como “un conjunto de generalizaciones macrosociológicas sobre las causas de estabilidad y el cambio en las sociedades”.  Como teórico ve al final está el comunismo, que el destino hacia el que se dirige la Historia, y en el que la misma acabará deteniéndose (Esta visión teleológica, claro, la comparte con Hegel, y recuerda a las tesis de Francis Fukuyama).

Obviando el final, centrándonos en la metodología especulativa, Marx veía tres etapas en la historia: la sociedad preclasista, la sociedad de clases y la sociedad posclasista. Él se centra sobre todo en la etapa intermedia, en la que vivimos. Lo esencial para entender los pasos evolutivos es no perder de vista que se deben a los cambios tecnológicos, aunque no llegue a explicar las razones que originan los cambios tecnológicos cuando todo parece funcionar bien.  Para explicar este modelo, Marx, siguiendo las tendencias del siglo XIX, recurre a metáforas biológicas (nacimiento, crecimiento y muerte) y a figuras geométricas (Línea, círculo y espiral como símiles para el crecimiento histórico).

Esta metodología presenta dos caras, que se definen por lo que ponen en común los medios de producción y los que les distingue. Los medios de producción son distintos y son estudiados con variable exhaustividad. El primero de los propuestos es el modo de producción asiático, donde el Estado es propietario de la tierra. Luego viene la esclavitud, la servidumbre y el capitalismo. Cada uno de estos métodos presenta dos capas: la estructura económica, que es la relación de propiedades y las fuerza productivas; y luego la superestructura ideológica, que viene determinada por la anterior. A Marx le interesaba la estructura y sobre ella escribió mucho. Sobre la superestructura escribió menos, y tal vez por ello es por lo que los autores marxistas que le sucedieron dedicaron tantas páginas a la misma. Son infinidad los trabajos sobre cultura, sociología, narrativas de poder, etc. que han poblado el siglo XX. A Marx se le reprochó que descuidara todas estas esferas de la condición humana.

Uno de los enfoques posibles que podemos darle al materialismo histórico es su determinismo tecnológico. Todo lo que cambia en la sociedad tiene que ver con las transformaciones técnicas. Al principio hay un equilibrio entre relaciones de producción (derechos de propiedad específicamente de los medios de producción) y fuerzas productivas (tecnología, ciencia y capacidades humanas son las más importantes; todas son las maneras que tiene el hombre de dominar a la naturaleza). Para las primeras no hace falta que hay un Estado, ya que la violencia privada puede garantizar el orden. Por “desarrollo” se entiende la mejor gradual de las fuerzas productivas, que cada vez necesitan menos trabajo humano, y solo un cambio en las condiciones externas suele alterar este desarrollo. El punto álgido de la fase viene cuando existe una correspondencia perfecta entre ambas. Hay contradicción cuando las relaciones de producción son menos eficientes de lo exigible por las fuerzas productivas. Y se da la paradoja de que esta relación tiene que ser obsoleta en algún momento para que el capitalismo siga funcionando. Elsten va a reprochar aquí a Marx lo mecánico de su propuesta, ya que no explica los casos en los que las relaciones de producción son inferiores a las fuerzas productivas, y no sucede nada. Para Marx, las comunidades previas deben de ser destruidas para ser superadas, y todas ellas tienen las semillas de su autodestrucción.

La explicación de lo estable que ha sido la historia humana durante tantos siglos es que la tecnología casi no ha cambiado, ha sido con los inventos recientes en los últimos doscientos años con los que la historia ha adquirido cambios de vértigo.

El problema es que para Marx todo desarrollo tiene que seguir quemando las etapas y solo así, cuando no parece que esto sea lo que ha sucedido desde el principio de la vida social humana. Estos rígidos esquemas son los que hacen que debamos conocer el materialismo histórico, pero no guiarnos por él.