Vivir con lucidez una vida sencilla, callada, discreta, entre libros inteligentes, amando a unos pocos seres.
EI, 206
Nicolás Gómez Dávila se guardó bien de dejar biografía. No hay casi información sobre su vida, mucho menos de hitos relevantes sobre los que armar una interpretación de su personalidad y obra. Casi inevitablemente surgió la leyenda: era un odiador de su tiempo y sus compatriotas que optó por la reclusión,un eremita atrincherado en una de las bibliotecas personales más grandes del país, un pensador refractario a cualquier influencia de las circunstancias.
Sabemos que nació en la capital de Colombia el 18 de Mayo de 1913, en el seno de una familia rica y prestigiosa que contaba con el prócer Antonio Nariño entre sus ancestros. A los seis años se traslada con sus padres a Francia, donde estudia en un colegio benedictino, del que ni si quiera a sus amigos e hijos quiso nunca especificar el nombre. Pronto enfermó de neumonía y tuvo que guardar cama durante dos años, siguiendo sus estudios con profesores particulares. Además en algún momento de su juventud sufrió un accidente jugando al polo que lo dejó incapacitado de por vida para grandes esfuerzos físicos. A los 23 años regresa a Bogotá y se casa con Emilia Nieto Ramos. Tendrán tres hijos. En 1949 construye en el barrio de El Nogal una hermosa casa de estilo inglés, donde Gómez Dávila empieza a reunir los 30.000 volúmenes en el idioma original en su mítica biblioteca; leía en francés, alemán, inglés, griego y latín. Sin embargo jamás cursó estudios universitarios. En 1959 recorre Europa durante seis meses con su mujer. Nunca más volvió a salir de Colombia. Murió en el 17 de Mayo de 1994.
La reseña que escribe Mario Laserna Pinzón, que fue amigo suyo, para la Selección de Escolioscontradice un poco la visión al uso del pensador. Nos cuenta que poseyó un negocio textil en el centro de Bogotá que iba a supervisar una o dos veces por semana; que era consejero del Banco de la República; que era socio y asiduo visitantedel Jockey Club; y que su dedicación fue fundamental para la construcción la Universidad de Los Andes, la universidad privada más importante que existe en Colombia, y la única del país que hoy figura entre las doscientas mejores del mundo.
Además Laserna describe a un Nicolás Gómez Dávila afable y humilde, al que sus amigos llamaban Colacho, y que organizaba tertulias en su casa. El gran poeta y crítico Juan Gustavo Cobo Borda da razón también de estas reuniones dominicales, a las dice que asistían Álvaro Mutis y Ernesto Volkening. Y Hernán Alejandro Olano García amplía la lista de contertulios con, entre otros, el ex presidente Alberto Lleras Camargo, el crítico Hernando Téllez y hasta un joven Gabriel García Márquez, que según parece dijo una vez que “si no fuera de izquierda, pensaría en todo y para todo como Gómez Dávila”.
La admiración que despertó en vida fue, empero, bastante circunscrita a los círculos intelectuales del acaudalado norte de Bogotá. No ayudó desde luego el propio desprecio de Gómez Dávila a publicitarse o publicitar sus libros.
El primero de ellos fue Notas, que se publicó en México en 1954 en una edición no comercial para regalar a sus amigos. Se trata de un cuaderno de notas, bosquejos, de casi quinientas páginas donde se adivinan ya los temas de toda la obra posterior y donde figuran algunos escolios.