20.5.16

El sosiego hoy


Francisco Umbral dice en algún sitio que nunca matamos del todo a nuestros demonios interiores, que simplemente a cierta edad se nos aburren. La idea es reveladora y de un optimismo bastante paradójico, ya que deja claro que siempre lidiaremos con nuestros traumas, pero que ellos se hartan de acosarnos. Nos hacemos mayores y se hace tedioso torturarnos: esa desidia suya es lo que podemos llamar madurez, paz interior o estar a buenas con uno mismo. No es gran cosa, pero tampoco es nada.

A eso hemos llegado muchos adultos, la mayoría tal vez. No nos damos besos en el espejo cuando nos levantamos por las mañanas y no estamos del todo satisfechos con nuestras vidas, pero nos contentamos con salir adelante, con querer a unos pocos allegados y que nos quieran, o al menos no hacer daño a nadie y evitar así empeorar más este mundo. Nos encontramos en definitiva muy lejos de ser felices, pero tampoco exudamos bilis.

No es ésta empero la actitud que exhiben muchas minorías ruidosas que tienen la exclusiva de la queja y el lamento, y a los que nunca nos atrevemos a contradecir por una empatía no siempre sincera hacia ellos. Hay gentes convenientemente sobredimensionadas por los medios de comunicación que están infamando a diario, enrabietados, diciendo que esto es una hecatombe y que no hay nada que hacer porque todo está perdido y este país no tiene remedio. Seguramente confunden su mediocridad y miseria interior con la sociedad en la que viven. Es ese resentimiento de “yo debería de ser estrella de rock o premio nobel, y aquí estoy, muerto de asco, hablándoos” que satura y cansa, pero sobre todo lo hace cuando aboca a un negativismo desesperanzado, a la pasividad social o a un nihilismo casposo.

La situación política es lamentable, nadie lo niega, pero la sociedad aguanta. Los márgenes de libertad siguen siendo amplísimos. No está justificado claudicar. Hay muchas cosas que hacer y mil variantes para mantener la dignidad; eso no nos lo han quitado, aunque pareciera deducirse que sí según muchos discursos imperantes.

¿De dónde viene ese pesimismo mórbido que ya era previo a la crisis y que también imperaba cuando las cosas iban mejor? Seguramente de los demonios interiores de muchos, que no se han cansado lo suficiente, y no contentos con vejar a sus anfitriones, deciden salir en forma de espumarajos para desazonar a los demás viandantes. La solución no es fácil porque los altavoces mediáticos hacen mucho ruido y podemos llegar a confundirlos con música ambiental.  Igual hemos de repetirnos, como un mantra, no nos arruinarán el sosiego, no nos arruinarán el sosiego, no nos arruinarán el sosiego…y seguir luchando como hasta ahora, sin rendirnos.

17.5.16

Intelectuales y fútbol

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I

Y algo sucedía.
Sucedía que aquél día, 13 de Agosto de 1898, Manila se había rendido. En Cavite , 87 proyectiles de 203 y 152 milímetros habían incendiado nuestra escuadra casi sin combatir.
Pero, en cambio, el "Mico Chico" se había revelado como un coloso, arreando un sopapo de órdago hasta los dátiles.

En el Diario Íntimo de Eugenio Noel se describe el día en que llegan las noticias del fin del imperio hispánico de ultramar y multitudes de madrileños optan por ir alegres a ver una corrida de toros a la plaza de Carabanchel. Páginas similares se encuentran en Pío Baroja y Joaquín Costa. Todo indica que aquella parsimonia de los españoles ante el Desastre debió de consternar a los intelectuales del momento. La mayoría seguramente lo verían como un ejemplo de la falta de educación y civismo patrios, considerando el desahogo taurino como anecdótico. De ahí la casi total displicencia que tributa la intelectualidad española de los últimos siglos a la Fiesta. Apenas hay referencias a la misma, ni para enaltecerla ni para aborrecerla; es un tema tangencial y menor en las obras de casi todos. Se asume que es propio de gente inculta y que cuando haya desarrollo e incorporación al nivel europeo, las corridas desaparecerán. Poco se detecta además de preocupación por los animales o la ética del espectáculo; hasta entonces todo es la dicotomía entre la alta y la baja cultura -signifiquen estas categorías lo que signifiquen- de la que no escapan ni siquiera los pocos hombres de letras que han defendido los toros, todos ejemplos de aproximaciones condescendientes desde arriba hacia abajo: los poetas fascinados por lo popular, como Lorca, o pensadores interesados en el carácter español, como Pérez de Ayala; también escritores brillantes como Valle-Inclán, que se decía taurino como una excentricidad más que colgarse en la solapa. En el siglo XIX los krausistas rechazaban la Fiesta, y pensadores más conservadores como Menéndez Pelayo la defendían sin ser sinceramente aficionados, más bien por oponerse a los primeros. Y la Generación del 98 fue casi unilateralmente anti taurina bajo la decisiva influencia del ya citado Noel.
Eugenio Noel nació en Madrid en 1885 y murió en Barcelona en 1936. Seguidor de Joaquín Costa, consagró su vida a las campañas anti flamencas, en las que incluía como simbióticos el cante y los toros, ambos igualmente responsables para él del retraso español. Fue el único ensayista hasta entonces que dedicó su obra a combatir las corridas, lo que le llevó a la fama y a los hospitales, ya que no era raro que los aficionados de apalearan tras alguna conferencia. Sus libros, olvidados hoy, no resultan sobresalientes pero sí merecedores de mejor fortuna editorial.  Lo que es indudable es su presencia capital en la cultura española del primer tercio del siglo. Unamuno y Azorín le escribieron y escribieron sobre él; Ortega le consideraba, según cuenta el propio Noel en su Diario, uno de los grandes escritores de su generación, y tal vez era verdad porque Ortega medió para que Espasa publicara dos de sus libros.
Las arengas anti taurinas fueron perdiendo eco en vida del propio Noel; pero como nos recuerda Rosario Cambria en su imprescindible Los Toros: tema polémico en el ensayo español del siglo XX, Noel tuvo unos años, sobre todo en la década de los diez, de prevalencia absoluta en la polémica taurina. Un ambiente intelectual fervorosamente antitaruino que no pudo dejar indiferente a nadie del gremio, donde presumir de afición era algo así como hacerlo de halitosis.
O sea, que hasta mediados del siglo XX, los toros provocaban en los intelectuales indiferencia o rechazo, y solo una minoría se dedicó a ensalzarlos. Después perdieron interés, pues ya no son un fenómeno de masas (en la actualidad solo el 7% de los españoles reconoce ser seguidor de la Fiesta).
El gran opiáceo pasó a ser el fútbol.

II

Ojalá el fútbol entonteciera al país y ojalá pensaran en el fútbol tres días antes y tres días después del partido. Así no pensarían en otras cosas más peligrosas.
Vicente Calderón.

El fútbol es un ejemplo nítido de cultura populista, que nada tiene que ver con la cultura popular: no surge del pueblo, como los toros que llevan siglos de arraigo y son sin duda cultura popular aunque no nos guste reconocerlo. El fútbol, al contrario, nace de decretos y políticas estatales concretas para hacer de algo venido de Inglaterra, en brevísimo tiempo, una supuesta "cultura popular" patria. No hay duda de que sin la maquinaria político-mediática, el fútbol, que ni siquiera es rentable económicamente, no hubiera podido llegar a España y  hoy no tendría la audiencia que tiene.
El fútbol llegó antes, pero con la Dictadura se movilizaron grandes esfuerzos para homogeneizar los gustos de las masas. Auparon al el deporte rey y fomentaron rivalidades entre equipos para canalizar las tensiones regionales. El panorama futbolero actual es creación directa del régimen anterior.  (Es recomedable leer Franquismo y fútbol de Duncan Shaw, donde se explican la disposiciones de Fraga y otros para imponer el fútbol). La respuesta de los intelectuales fue al principio la misma que ante los toros: indiferencia y rechazo, dejando solo para una minoría populista y neoromántica las vindicaciones. Se asumía, con toda la razón, que el Franquismo utilizaba el fútbol para aborregar a un pueblo sometido.
Sin embargo en la actualidad lo que prevalece entre los profesionales de la opinadera y escribientes varios es una aclamación sistemática y acrítica del espectáculo (y eso que ahora hay muchas más retrasmisiones que antes). No hay ningún personaje público que quiera hablar por los millones de españoles a los que el fútbol no nos importa ni lo más mínimo -o incluso nos disgusta- y cuando sucede, como en el caso de Sánchez Dragó, se atribuye la disidencia a una excentricidad suya, cuando hace unas décadas lo excéntrico era defender el fútbol.
Pero hoy lo guay no es solo defender el fútbol, sino hacerlo desde el nivel más bajo. Cuando Pérez de Ayala escribía elogios de los toros, lo hacía con belleza y profundidad. Aunque creamos que los intelectuales no deberían legitimar la escabechina de la plaza, por lo menos le reconocemos talento. Pero lo alucinante de las columnas de Javier Marías o las procacidades de David Gistau, es que hablan de fútbol como lo haría un hooligan -y además cobran por ello.
¿Dónde radica el problema?¿Por qué no hay en nuestro tiempo un Eugenio Noel que lance campañas antifutboleras, cuando es evidente que el futbolismo es uno de los mayores problemas sociales de la actualidad, y que mientras no sea encarado -o por lo menos pensado- no habrá recuperación nacional posible?

12.5.16

¿Es posible reorientar a Podemos?

wikipedia

José Luis Villacañas (Úbeda, España, 1955) es un prestigioso catedrático de filosofía que ejerce su magisterio en la Universidad Complutense de Madrid. Carismático y cordial, el entusiasmo que despierta entre sus alumnos es sobradamente conocido en los círculos académicos. Además publica con una exuberancia insultante, cultivando todos los géneros concebibles, como la poesía, la historia y la novela.  Sus obras más recientes son, por citar a vuelapluma entre las docenas posibles, Historia del poder político en España o Teología política imperial y comunidad de salvación cristiana.

El martes estuvo en La Morada, el club social para usos varios de Podemos en Madrid. Allí presentó su penúltimo libro, Populismo, que está escrito en diálogo con esta ideología que los intelectuales podemitas ondean como propia. El inicio del evento coincidió con lo más crudo del crudo chaparrón de la tarde, lo que sin duda mermó la asistencia, que fue numerosa, pero no tan apabullante como se esperaba debido a la presencia adicional de los otros conferenciantes que figuraban junto al invitado principal: Iñigo Errejón, Clara Serra y Germán Cano.

Afortunadamente ya está en youtube, y con buena calidad.

Villacañas es lo que en tiempos se llamaba un compañero de viaje, pero desde luego no lo es al uso. Ni Populismo, ni lo que sostuvo en el coloquio, ni en general lo que defiende en sus libros, casa bien con el discurso oficial de Podemos; sin embargo a nadie se le puede escapar el afecto y respeto que le mostraron en la tribuna, así como la altura intelectual que hubo en todo momento.

Si rastreamos los orígenes del resurgimiento de esta ideología que parecía argumentativamente muerta, encontramos a Ernesto Laclau, un peronista recientemente fallecido que escribió La razón populista, un manual postmoderno de toma del poder. Y aunque Villacañas no lo señala así, este libro es el epifenómeno del movimiento: da todas una serie de estrategias y conceptos para reactivar la política de masas, pero no explica qué hacer al día siguiente de tomar el Palacio de Invierno; es más, cambiando algunos conceptos, podría ser utilizado por movimientos nacionalistas o racistas, lo que da la medida de su ambigüedad.

El contrapunto que ofrece el profesor al vago discurso populista es el republicanismo; el republicanismo federal y cívico. Como se vio en la conferencia, y como se lee en Populismo, cree que el populismo es un objeto de estudio legítimo y un arma política que no se puede obviar, pero los inconvenientes que encuentra le imposibilitan sumarse a él. Su insistencia en el efecto péndulo, es decir, lo que sucederá cuando los populistas sean evacuados del poder, es fundamental. El pueblo es un concepto demasiado gaseoso; además si lo que se entiende por gobernar es tener un poder centralizado y fuerte, no pequeños contrapesos repartidos por el país, nada impide que luego los adversarios gobiernen a discreción al heredar ese mismo poder centralizado y fuerte.

Errejón responde argumentando bien, pero no convence. Dice que cuando el péndulo vuelva habrán dejado una nueva cultura, un nuevo pueblo y una nueva clase intelectual que harán muy difícil que las cosas vuelvan a estar como estaban. Lo primero que imaginamos es lo poco que tardaría un poder revanchista, teniendo a su servicio lo Althusser llamaba “los aparatos ideológicos del Estado”, en desmantelar uno por uno todos los avances que se hubieran hecho por el pueblo pero que no tuvieran su correspondiente proyección institucional.

La cuestión es de cualquier manera interesante y crucial: populismo o republicanismo. Podemos lleva el populismo en en sus venas ¿Le resultaría posible reorientarse hacia el republicanismo? La apuesta de Villacañas es que sí. Nosotros no lo sabemos, pero tenemos claro que de ello dependen muchas cosas en los próximos años.

5.5.16

Rajoy es culpa de la izquierda

wikipedia

Les propongo un experimento. Cuando alguien de su entorno admita que va a votar a Rajoy, respóndale con un sencillo y neutro: “Tienes lo que te mereces”. Nuestro interlocutor se sentirá recriminado, ofendido, tal vez nos amenace con un sopapo. Bien. Eso es lo que queremos probar: si alguno de sus votantes tuviera la más mínima convicción de que el Presidente es un buen candidato y que nuestras vidas son mejores gracias al él, deberían recibir nuestra frase como un elogio y sacar pecho, asintiendo orgullosos con un enfático “¡En efecto!”.

Pero sabemos que no va a ser así. De hecho la mitad de los votantes del PP preferirían que Rajoy se hiciera a un lado. O sea, que solo tres millones de españoles, de los más de cuarenta que somos,  creen que debería de repetir. Eso no hay cuerpo social que lo aguante. Escasean los precedentes históricos en los que un candidato tan mal valorado y que aglutina tanta desconfianza por parte de su propio electorado vaya a tener éxito en unas elecciones. 

Y sin embargo es lo que va a suceder.

Tras una legislatura en que se ha demostrado que la corrupción es sistémica, en la que no se ha efectuado ni una sola reforma institucional a pesar de tener la mayoría absoluta, en la que la camadilla del poder ha terminado descuartizando a su propio partido por intereses personalistas ¿Cómo puede ser que su máximo responsable vaya a volver a ganar las elecciones? Sabemos gracias a las estadísticas sociológicas que los votantes del PP son los de más edad y menos estudios, también los que tienen un perfil menos urbano. Pero eso no explica lo que ocurre, ya que no es que voten engañados por su falta de formación pensando que este caballero sea la pera limonera. No. Le votan sabiendo que es un mediocre que pasa del país y que solo aspira a salvar su chiringuito ¿Por qué?

Seguramente por culpa de la izquierda. Varios millones de españoles van a elegir a alguien en quien no creen, o incluso desprecian, solo para que nuestros progres no vuelvan al poder. Todos estos años injuriando a la religión, mancillando innecesariamente los valores de la ciudadanía más conservadora, han hecho mella. Decía Julián Marías que las gentes toleran las transformaciones políticas, incluso las más profundas, pero no que les invadan sus sistemas sociales, que les hagan sentirse expulsadas de sus formas de vida. Si la izquierda y su corte de juglares orgánicos se limitaran a defender el bienestar social y fomentar una educación al nivel europeo, o incluso en llevar al país hacia sendas republicanas, es probable que no consiguieran movilizar el voto derechista al punto en que lo hacen ahora con sus provocaciones pequeño burguesas y agitprop. Millones de personas –que seguramente no son las más sofisticadas, eso nadie lo niega- se sienten agredidas por un colectivo ideológico que no pierde oportunidad de meterles el dedo en el ojo. Y en consecuencia se atrincheran en su voto pase lo que pase.

Pongo ejemplos: Con la cantidad de problemas reales que hay ¿lo de desnudarse en una iglesia era una prioridad nacional? Para lo único que ha servido ha sido para agraviar a millones de católicos que viven su fe libremente en privado, sin militancias, y predisponerlos contra quienes consideran responsables del acto. O la Memoria Histórica, ¿no hay otra manera de curar las heridas de los vencidos en la Guerra Civil que insultando la memoria de las familias de la otra mitad?¿Era tan difícil plantearlo como un acto de reconciliación? O sobre el antiespañolismo rancio, ¿es necesario denostar los símbolos patrios que la mayoría de españoles consideran propios sin especial entusiasmo, pero que en cambio les molesta que se injurien gratuitamente?¿Hacía falta tildar al himno de “fachoso”? ... y así podemos seguir enumerando casos hasta el hartazgo.

Mientras que desde las instituciones que controlan los socialistas, o desde los medios de comunicación voceros de los podemitas, se entienda por hacer política el dedicarse a enrabietar a diario y sin motivo a las señoras que rezan el rosario y a los señores refractarios a las postmodernidades varias -es decir, a media España-, Rajoy será imbatible. Porque la cuestión no es conseguir que estos voten usando la cabeza, que no va a pasar ya, pero que por lo menos no voten a la defensiva, que no consideren que la supervivencia del mundo en el que habitan dependa de sus papeletas. O sea, que el 26 de Junio se queden en casa.

3.5.16

Equus en Arte y desmayo

www.arteydesmayo.com

Arte y desmayo es una de esas inúmeras salas de teatro alternativo que perseveran en el paisaje cultural madrileño sin hacer mucho ruido, pero con cierta estela de trabajo continuado y bien hecho. Están en Madrid, Carabanchel, en Baleares 14, una calle agónica y secundaria. La sala es modesta pero bastante bien organizada, aunque la puerta de entrada cae directamente sobre el escenario, lo que no deja de ser llevaderamente incómodo. Cuentan ya más de cincuenta representaciones de Equus, todo un hito en mundo teatral capitalino.

La obra fue escrita por el dramaturgo inglés Peter Shaffer y representada originalmente en Londres en 1973; tuvo un gran éxito que luego se reprodujo en los distintos países a los que se trasladó. Hubo hasta adaptación cinematográfica. A España llegó en 1975, y tuvo especial repercusión en su momento, ya que incluye los desnudos finales del chico y la chica protagonistas. Anécdota aparte, que además es nimia, ya que al menos en esta versión se oscurece el escenario sin dejar mucha genitalidad a la vista, la obra es interesante y bien desarrollada.

Cuenta la historia, supuestamente real, de un adolescente que fue internado en un psiquiátrico tras haber cegado a varios caballos. A partir de ahí se inicia un develamiento mutuo entre el chico y el psiquiatra encargado del caso, que quiere entender las motivaciones de semejante crueldad. Gradualmente, mediante escenas retrospectivas y la aparición de personajes secundarios, acabamos entendiendo qué impulsó el acto. El psicoanálisis y los movimientos de los sesenta están muy presentes entre las líneas de los diálogos, ya que  hay una refutación constante a la herencia occidental, tanto a la cristiana que encarna la madre del chico, como a cientifismo moderno que habla por boca del padre.

Y más centrándonos en esta versión, lo que vemos sobre el escenario de Arte y desmayo es todo correcto. Los actores, cuando aparecen simulado ser caballos, cumplen sobradamente, y ahí era difícil no caer en lo grotesco; cuando interpretan a los personajes secundarios están creíbles. El psiquiatra y el paciente, la pareja protagonista, están soberbios; el médico mejor, más contenido, el adolescente resulta a ratos demasiado inaguantable, imposibilitando la empatía, como si al actor se le hubiera ido de las manos.

Solo hay una objeción de peso que ponerle a esta adaptación, por lo demás formidable: su intento de actualizar el texto mediante accesorios externos de nuestra época. Abundan los móviles, las referencias a Internet y la música es tecno. Nada de eso queda natural en el texto y aparece como pegotes. Los diálogos y la trama rezuman años sesenta y setenta. En ese contexto encajan, en la actualidad no. Por ejemplo, hay un momento en que la chica sugiere ir a un cine porno. Y el chico dice que eso se puede ver en internet, pero aun así van, y además luego se dan cuenta de que el padre de él está entre la audiencia ¿No queda todo un poco falso?¿Quién va hoy por hoy a esos cines, si hubiere todavía alguno, cuando hay internet? Manteniendo un montaje menos actual, más como en el original, ubicando la historia en su momento, hubiera ganado autenticidad.

Pero sobre todo el tema de fondo no es creíble para una historia de nuestro tiempo. La represión sexual y el sentimiento de pecado no son mayoritariamente nuestros infiernos, no es en lo que el grueso de la sociedad haya su desasosiego. Solo es una minoría la que hoy se puede sentir así, por lo que estos personajes no adquieren la representatividad que se pretende. Shaffer hizo muy bien al buscar una situación límite (maltrato equino) para hablar de las entrañas de su época, no de la nuestra; hubiera sido mejor haber respetado eso.
Aun así, el Equus de la sala Arte y desmayo es de lo mejor que hay en los escenarios madrileños hoy.      

La globalización en Colombia


El presidente Alfonso López Michelsen llamaba a Colombia “el Tibet de los Andes”. Esta afortunada frase expresa bien lo que ha sido la tierra colombiana desde la Conquista: una región aislada, volcada en sí misma, impermeable al mundo exterior. Acá pasamos de las encomiendas a las haciendas, de la Colonia al bipartidismo; siempre con desigualdades, pobreza y analfabetismo. Hasta el Bogotazo en 1948, nuestro país era mayoritariamente agrícola, sin casi industria. Había cierta libertad política que sin embargo no involucraba a las masas de campesinos e incipientes obreros urbanos, que militaban y morían en los conflictos entre el partido liberal y el conservador, sin optar nunca a su dirección.

En la segunda mitad del siglo XX los enfrentamientos entre los dos principales partidos fueron orillados por el Frente Nacional, que era el gobierno conjunto de ambos partidos. El desapego que el nuevo régimen causó entre los jóvenes y las capas sociales más bajas reorientó la acción política primero hacia el populismo (ANAPO), luego directamente hacia la acción armada. En los años ochentas apareció un nuevo agente desestabilizador: el narcotráfico.

Bajo la presidencia de César Gaviria (1990-1994), cuando el país se hallaba en serio riesgo de descomposición, se elaboró una nueva constitución y se acentuaron una serie de reformas económicas, que ya se habían iniciado en los setentas, destinadas a incorporar a Colombia a un nuevo marco global. Con más o menos intensidad estas reformas han seguido hasta la reciente ratificación del Tratado de Libre Comercio con Santos de presidente.

¿Qué consecuencias ha tenido este abandono del proteccionismo de los tiempos de la economía hacendada y la consecuente adaptación a la economía global? Política y socialmente, Colombia ha mejorado mucho: los dos partidos políticos que habían desangrado al país han pasado a segundo plano, y los colombianos gozan de una cierta prosperidad y seguridad inimaginables hace años. Ya no hay veinte familias hacendadas repartiéndose el país. Sin duda no hay igualdad todavía de oportunidades y muchos de nuestros compatriotas viven bajo el umbral de la pobreza, pero la sociedad se dinamiza, mejora el bienestar, y ya nadie se sorprende de ver extranjeros de turismo por nuestras calles, o incluso miles de ellos que deciden venir a vivir entre nosotros.

El proteccionismo solo ayudó a los hacendados, que podían imponer así sus condiciones, vendiendo sus materias primas a bajo precio básicamente porque mantenían los salarios bajos. Pero los estratos menos favorecidos vivían en una sociedad estamental sin posibilidad de ascenso social (salvo en la ilegalidad, como fatalmente demostraron los grupos violentos).

La incorporación a los mercados globales supone una “destrucción creativa” (Shumpeter) de las viejas estructuras sociales. El mercado exige ciudadanos formados, con cierto nivel adquisitivo, que puedan invertir dinero con seguridad jurídica, con transparencia e instituciones inclusivas que hagan sentirse a todos parte del proyecto común.

Así que consideramos que social y políticamente la globalización da indicios de ser claramente positiva, mucho mejor al menos que el proteccionismo que hemos vivido durante varios siglos. La otra cuestión es si la globalización es buena o mala económicamente. En cifras macroeconómicas sin duda es buena, basta leer los datos económicos, pero nuestra inquietud sería en términos micro, el colombiano de a pie.

Muchos artesanos y pequeños campesinos, así como algunos negocios familiares, no van a poder sobrevivir como tales a la competencia de productos importados. Ellos van a perder con los nuevos procesos económicos. Pero lo que hay que hacer es que sea un pérdida momentánea, para que pronto se reinventen con fuerza en nuevas profesiones. Que la globalización económica sea positiva para la mayoría no depende tanto de la globalización misma, si no de lo que los colombianos y nuestro gobierno hagamos. Volver al proteccionismo sería imposible; estancarnos dónde estamos sería indeseable. Hay que modernizarse y hacerlo bien.

La publicación de Por qué fracasan los países, escrito a cuatro manos entre Daron Acemoglu y James A. Robinson, causó cierto impacto en el mundo académico internacional. El libro trata de explicar las razones de que haya países que sufren de subdesarrollo endémico y otros parecen tener garantizada la prosperidad. Los autores no ponen en duda la globalización, pero dicen que hay que incorporarse bien a ella.

Para ellos es fundamental que haya un buen sistema educativo, jurídico y político, ya que todo ello favorece una ciudadanía dinámica e inclusiva. Si Colombia se prepara para estar en el mundo global le puede ir muy bien. Desgraciadamente Acemoglu y Robinson dicen que nuestro país todavía presenta demasiada inseguridad y que nuestro Estado no consigue ser la única fuerza coercitiva dentro del territorio nacional, lo que dificulta el desarrollo. Además, nuestro sistema educativo es de los peores del continente, y eso es un escollo insuperable. Más importante que tratar de “salirnos” de la globalización, creemos que sería poder subsanar estos problemas educativos y de pobreza.