30.10.13

Rafael Chaparro



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Cada cosa en el mundo tiene su lógica. Las calles tienen su lógica propia. Los tomates y los gatos también. Mi lógica es un poco gris, un poco nocturna. Es una lógica con techos, lluvia, una lata vacía
de cerveza trip trip trip, qué cosa tan seria y un poco de soledad y whisky. En el fondo toda lógica es solitaria y sobre todo la de los gatos. En realidad un gato no vive su propia vida. Un gato vive la vida de la ciudad.

Los grandes autores del spleen juvenil colombianos son Andrés Caicedo y Rafael Chaparro. Del primero y su genialidad ya hemos hablado. Así que vamos a por Rafael Chaparro.

El autor de Opio en las nubes nació en Bogotá en 1963 y murió en la misma ciudad 32 años después víctima de una infección letal y absurda. Su única novela se publicó en el 1992, sin casi repercusión, pero hoy es un clásico menor. Cuenta la historia de unos pocos jóvenes que se drogan mucho y recorren todos los chuzos de la capital. Los narradores se alternan y no es fácil seguir la historia, pero seguramente eso era lo que pretendía Chaparro en un intento por reproducir en el texto las visiones narcotizadas de sus personajes.

Es comprensible que este sea un libro de culto por su osadía formal y temática. Pero creo que en Opio en las nubes hay una gran falla imperdonable -ni siquiera justificada por la psicodelia- y que sin embargo puede que haya contribuido a su éxito entre mancebos citadinos hastiados de su ciudad: Bogotá no aparece -o yo no la veo- por ningún lado.

La novela podría transcurrir en cualquier otro sitio. Todo son pesadas referencias a canciones gringas, bares neutros, calles tergiversadas y personajes deslocalizados. Mientras en Caicedo esto tiene algo de nihilismo consciente, y como tal interesante, en esta novela huele un poco a snobismo y desconocimiento de la circunstancia. Hay un ejemplo concreto: los personajes caminan y caminan de noche por Bogotá ¿cómo pueden hacer eso sin que nunca sean incomodados por gamines revienta-ondas ?


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Bogotá, una palabra que suena a pesadilla o a café capuchino con crisis existencial de tercera categoría…
RafaelChaparro solo publicó en vida Opio en las nubes, novela de la que hemos mencionado arriba  y tal vez sin demasiada justicia.
Ahora uno de sus seguidores, Alejandro González Ochoa, ha recopilado textos dispersos del maliditísimo y los ha titulado Zoológicos urbanos 
Este sí es un libro imprescindible que supura smog y gripa, gamines y busetas, lluvia y odios, sangre y libros, rock y arepas. Todo el Bogotá moderno se atropella en sus páginas.
Hay artículos de historia citadina que bien podrían ser de un Alfredo Iriarte algo más lisérgico (los de la Perseverancia o Niza, por ejemplo), hay textos chiflados (el de los jóvenes que salen de ver Rambo) y hay –casi todos los demás- descripciones precisas y brillantes del devenir de los millones de bogotanos (mutantes) por esta ciudad que podrá ser fea, pero es la ciudad más extraña, la más alucinante que haya dado la faz de la tierra.