30.4.19

Idea de Nietzsche, de Fernando Savater

El Fernando Savater joven, el que escribía en los años de la Transición, era seguramente menos sabio que el de ahora, que peina canas, pero desde luego resultaba mucho más divertido. Algunos de sus libros de entonces, Panfleto contra el Todo, Para la anarquía, Nihilismo y acción o La filosofía como anhelo de la revolución,  casi no se han reeditado desde entonces, pero sin embargo siguen manteniendo su vigor inicial.

Aquella era una época constituyente en la que cada día se abolía una antigua restricción y todavía no se había impuesto un nuevo relato hegemónico sobre la sociedad; todo estaba abierto, pues (No por mucho tiempo, claro, Savater mismo anunciará con cierta desapegada solemnidad, ya en los años ochenta, que se unía a las tropas de asalto cultural del felipismo, acatando así lo que se convertiría el relato dominante).

El panorama filosófico español en los años setenta no era especialmente atractivo. Aquello era un suplicio repartido entre marxistas y analíticos. En 1972, sin embargo, apareció En favor de Nietzsche, una obra colectiva a la que nuestro autor contribuye con sus “Cincuenta palabras de Federico Nietzsche”, una especie de diccionario de términos del pensador alemán.

Parece atisbarse entonces una nueva corriente de jóvenes pensadores iracundos (Trías, Echeverría,...) que se nutren de Nietzsche y que vienen a romper con la esclerosis reinante. Lastimosamente no fueron muy persistentes y, como hizo el propio Savater, se cansaron de gritar contra el Todo y prefirieron estar tranquilos en los sofás de sus casas. De cualquier manera y como consuelo quedan los textos de aquellos años para la historia de la filosofía española.

En el caso de Savater la influencia nietzscheana es evidentísima. Ese risueño libertario que era entonces, y que de alguna manera sigue siendo, no se entiende sin las lecturas que se hacían entonces de Nietzsche en las taifas intelectuales patrias. El alemán está en el fondo de sus primeros libros. Con ventipocos años escribió una monografía que reelaboró varias veces, y con la que ya no se identifica, cuya última versión que sepamos es Idea de Nietzsche (1995), donde se anexan el citado “Cincuenta palabras” y una conferencia de 1975.

Este libro es de grata lectura y didáctico. Seguramente los puristas serán capaces de verle muchos puntos débiles y dirán que ahora se conocen mejor los archivos, que si las nuevas traducciones, que si las cartas, que si hay que saber alemán. Pero a nosotros en el fondo nos da igual lo acertada de las exégesis, porque lo que nos interesa es su recepción, o sea, lo que significó en un momento y un lugar concretos (la España de la Transición), su importancia cultural y política. Poco más. 

Esto no va de Nietzsche, que nos la trae al pairo, sino de sus lectores y sus circunstancias.

Además un autor tan contradictorio, aforístico y críptico como el alemán hay que usarlo necesariamente a discreción. Nunca habrá un Nietzsche definitivo y más acertado que otro. Podemos apropiárnoslo como queramos; ésa es su grandeza.

Así que nos quedamos con el de Savater, también para entenderlo mejor a él, ya que su obra, sobre todo la de la primera etapa, como ya hemos dicho, nos cautiva.


En la introducción de esta Idea de Nietzsche se nos hace una declaración de intenciones. Las claves de su filosofía son dos: era un pensador que quiso radicalizar la Ilustración pero en ningún caso era antiilustrado, y el hincapié que hace en todo lo que de afirmativo tiene el goce, su vindicación de la alegría.

El resto de libro va por ahí. Hay un primer capítulo biográfico, donde su hermana Elisabeth no es curiosamente la mala de la película, y un segundo donde se habla de las fuentes del pensamiento nietzscheano. Le siguen cuatro capítulos en los que se analizan los respectivos cuatro tópicos habituales (muerte de Dios, voluntad de poder, eterno retorno y superhombre).

En análisis casi al final de La Genealogía de la moral resuena especialmente actual. La moral cristiana sobrevive a su dimensión religiosa para convertirse en un perpetuo lamento biliar contra la alegría de vivir, como una exigencia de cuentas contra cualquiera que se esfuerce por lograr superarse. Savater reutiliza esta teoría del resentimiento para disparar contra la izquierda estoica y sufridora de los años setenta. Sin embargo hoy lo podemos entender como un diagnóstico de la corrección política y el afán por sentirse ofendido que impera hoy.

Nietzsche entendió el judeo-cristianismo como una manipulación moral de resentidos, siempre recelosos, siempre odiadores de la inmanencia. Solo los héroes son capaces de tomar las riendas de su vida para hacerla mejor, sin quejas. La tarea de seguir su ejemplo es una exigencia ética.

Savater hablará de ello en libros posteriores.  

15.4.19

El estilo del mundo, de Vicente Verdú


Vicente Verdú falleció desgraciadamente hace unos meses. Fue un célebre periodista y prolífico autor de más de veinte libros. Había obtenido el doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de París y dirigió la sección de cultura del diario El País durante varios años. Publicó casi siempre en editoriales de prestigio y tuvo voz en los medios de comunicación mayoritarios. Escribía bien y era claro en sus exposiciones, lo que ya es mucho decir para su gremio.
En el 2003 apareció la que se anuncia como su gran obra, El estilo del mundo, que Anagrama reeditó en bolsillo hace un par de años. Según un artículo de la época, Verdú dedicó cuatro años a su redacción, y además leyó más de 500 libros y mil artículos de ciencia para documentarse.  Es desde luego un libro interesante y demuestra que el autor estaba al tanto de todo lo que se pensaba y sucedía en aquellas fechas. El título se refiere, nos dice en el prólogo, al zeitgeist, el espíritu del tiempo. Y en efecto se traza una excelente cartografía del consumo, el urbanismo, el sexo, la política, lo divino y lo mundano de la Europa de principios del siglo XXI.    
Que gran parte del texto ya esté obsoleto demuestra tanto su precisión como que los tiempos aceleran que es una barbaridad. Es normal, deseable y elogiable que un trabajo que pretende encapsular una época sea pronto arqueología.
Sin embargo es destacable lo poco que aparece El estilo del mundo, y la obra de Verdú en general, en otros libros similares.  No parece ser que haya influido mucho en los autores posteriores a pesar de que tenía cualidades para hacerlo. Con lo que se retroalimentan este tipo de trabajos divulgativos, tendría que figurar más en otras bibliografías, incluso a pesar de su inevitable pérdida de actualidad.
Se nos pueden ocurrir algunas razones. Por ejemplo, que tiene el problema de ser uno más de los incontables libros que se publicaron entonces abominando de la goblalización capitalista sin presentar una alternativa. Y por supuesto ahora tenemos populismos y nacionalismos varios oponiéndose a ella desde gobiernos occidentales; pareciera que estos profetas de la antiglobalización se olvidaron de que cuando se destruye, hay que construir, porque  si no puede que alguien venga y construya algo peor.
Además hay un pesimismo fascinado por el sistema que denuncia, muy a lo Baudrillard,  que también cansa un poco. Los análisis que hace son vigorizantes, pero ¿de verdad no hay nada bueno y liberador en la realidad circundante?¿somos todos esclavos irredimibles, banales y absurdos? Al final esto de regodearse en el cul de sac tampoco ayuda a profundizar en las ganas de estudiar a un teórico.
Una pena que Verdú, como tantos otros, no supiera quitarse el corsé de intelectual lastimero; podría haberse convertido en una referencia.      

10.4.19

jueves

Hay algo indigno en seguir viviendo en la ciudad en la que creciste, en la que permanece tu familia y donde los amigos de cole todavía te reconocen por la calle. Quedarse, conformarse con las raíces heredadas y no construir una vida lejos tiene algo de biografía deficitaria, de fracaso existencial.
Paseando con Jara por San Bernardo me he encontrado inesperadamente con mis padres. En veinte años jamás les he hablado de ella. Y Jara todo lo que sabe de mis progenitores es que me aburren. Soy partidario de las distancias. Sin intromisiones, sin que nadie se crea con derecho a opinar.
-Hola
-Hola
-¿Quién es tu amiga?.
-Nadie. Tenemos que irnos. Adiós.
El encuentro duró 7 segundos.
Jara ni me ha pedido explicaciones ni le ha extrañado. Me ha vuelto a decir que soy un salvaje. Pero esta vez sonreía.


8.4.19

sábado

Tal vez lo que da cohesión a los grupos es que remojan juntos sus lugares comunes.
Estoy en una tertulia en  la provincia de Lavapiés donde se insiste en que la orientación sexual no es fija y que todos somos bisexuales. Yo me opongo porque creo que eso es genitalidad; lo que define mi heterosexualidad es mi sed de mujer, mi dependencia de ellas, además de mi preferencia casi anecdótica por las vaginas. Somos gays o heteros según nuestra fascinación por un género concreto y nuestra indiferencia hacia el otro. Y aunque haya personas que efectivamente se sienten deslumbrados por ambos bandos, la mayoría tenemos querencia por uno en concreto. Yo simplemente jamás aguantaría ni dos minutos de crisis neurótica de un hombre, por ejemplo, y de las mujeres llevo lustros haciéndolo con incluso cierto goce masoquista.
Mis contertulios estaban de acuerdo conmigo al final de mi discurso, pero flotó en el ambiente la sensación de cierta impertinencia, de que ese comentario no tocaba. Allí querían ser más bien del discurso bisexual tradicional.
Supongo que tenían razón y hay que respetar también  los clichés grupales cuando no son especialmente molestos.

7.4.19

viernes

Cuentan los viejos que el McDonald´s de la Red de San Luis donde ahora estamos fue en tiempos remotos una cafetería elegantosa frecuentada por diletantes.
A Charlie eso no le interesa. Le basta con los helados baratos y poder mirar impunemente a los paseantes a través de los ventanales. Está nervioso. Hoy toca presentarme a su prometida. Me acaba de contar que se va a casar, que ya toca, y que lo va a hacer con la tal Nicola. Dice que no es especialmente guapa ni lista, pero que ella le necesita y eso es suficiente. Me explica que sus amigos le advierten de que no se case con una puta del Este sin papeles, que va a por lo que va, que se va a poner como una vaca en cuanto se case, que se va a traer a toda su familia desde los Balcanes, que tendrá que cargar con ellos y que luego si quiere divorciarse ella le dejará sin dinero. Él dice que entiende todos esos argumentos, y que probablemente sean ciertos, pero que el matrimonio es siempre una mierda y casándose ahora por lo menos será una mierda diferente a la convencional y burguesa que tuvieron sus padres.
-Ya llegó- me anuncia.
Señala a una chica de jersey histéricamente rojo y mallas de leopardo que sube por la calle Montera. Charlie se levanta, le hace gestos a través del ventanal y consigue captar su atención. Ella nos ve y sonríe. Charlie sale a buscarla y entran felices del brazo.
-Esta es Nicola- me informa.
Nos sentamos. Charlie cuenta que se conocieron un día por la noche. Él estaba solo y cachondo, tenía algo de dinero. Tras un encuentro de quince minutos decidió que iba a sacarla de la calle. Ella apenas entiende español. Le chapurreo en inglés que mi amigo quiere encargarse de ella, que va a buscarle trabajo y que le propone que vivan juntos. Ella parece feliz, pero también desconcertada. Dice que hará falta dinero, mucho dinero, para que ella pueda irse con él. Charlie ya ha pensado en ello. Está en el paro y es todo deudas, pero tiene un plan: va a vender el cortijo de su abuelo. Parece convencido.

5.4.19

martes

Las ninfas postindustriales caducan de manera curiosa. Ahora que los pechos de Jara parecen tubérculos mullidos, ha redescubierto su interiorismo personal.  Se ha unido a una asociación espiritual chanca karma hare hare.
Jara habla de la conquista del equilibrio, la fuerza de la conciencia y cosas por el estilo. Lo hace, hay que decir, con cierta gesticulación y artificiosidad, como si todavía estuviera probando su nuevo personaje.
Me invita a una charla en Lavapíes de su gurú, que es un francés de buena planta, algo amanerado y vestido como un tapiz persa. Todo gira en torno a la muerte, o mejor, la no muerte, o sea que no morimos si no que nos reintegramos en los flujos de energía de los que venimos.
Por supuesto eso son boberías.
Aunque lo del gurú tiene su mérito, ha hecho que durante tres horas su docena de oyentes hayamos estado pensando en nuestro propio deceso.
Como sigo pensando que al morir solo nos espera la nada, me he angustiado. Jara, que por mucho que repita jerigonza new age, tampoco es de realidades extrasensoriales, se ha puesto nerviosa.
Hemos tenido que follar. 

2.4.19

sábado


Charlie tiene una novia española. La situación es complicada: ella acaba de salir de una relación muy larga, y ahora no está segura de si puede comprometerse más. Por otro lado, de vez en cuando se sigue viendo íntimamente con el ex novio, lo que crea para Charlie incómodas congojas. Ella pide compresión con solemnidad. Como muestra de buena fe, le invitó a conocer a sus amigos del barrio. Está muy unida a ellos, que son su gente, y es importante que Charlie se incorpore a la pandilla. Son un grupo de chicos y chicas que se conocen desde el colegio. A estas alturas al menos dos de los chicos se han acostado con la novia de Charlie y otros dos la pretenden. Fingen admitir a Charlie sin celos, pero le hacen sentir de prestado. Luego está el jefe de la novia, un alto funcionario del ayuntamiento, que se está divorciando, y Charlie sospecha que ella está a la espera para cazarlo. 
Charlie no sabe muy bien si su novia le notificará que han terminado por mail o por sms (no tiene wassup)  
Estamos en un bar de Lavapiés y Jorge, un antiguo compañero de cuando trabajábamos en los multicines, nos cuenta que sale con una marroquí,  Fátima, y que es todo un lío porque ella no puede perder la virginidad y entonces hacen docenas de sugestivos circunloquios sexuales en la cama, y que ella le pide que también observe el Ramadán, que no le deja comer cerdo y que le ha pedido que se convierta al Islam para poder casarse, lo que Jorge está considerando hacer, aunque implicaría circuncidarse, porque dice que Fátima es genial y bien lo merece.
Charlie parece muy interesado en esta historia. Luego le dice a Jorge que no sabe la suerte que tiene de estar viviendo una experiencia nueva, original e instructiva, y no limitarse, como hace él, a volver a representar por enésima vez un guion caduco en el que ya no cabe sorpresa alguna.

1.4.19

jueves

La postmodernidad no siempre es mala; con su obsesión por desentrañar el fondo lingüístico de las ideologías ha dejado sin fundamento a las “historias patrias”. Hayden White y compañía han demostrado que éstas se escriben utilizando tropos y narrativas propias de la ficción, que dan un sentido (o un final feliz) al relato para legitimar el presente.

(O sea, cuando alguien nos cuenta la historia de un país o una región irredenta, no es baladí que lo haga de tal manera que suena a un episodio de Star Wars: años de opresión, buenos contra malos, líder mesiánico, caída, sacrifico y redención, confeti y nueva testa coronada).