15.7.19

Imperios de papel, de María José Vega


La teoría postcolonial es un arma; sirve para ahuyentar a los lobos, pero también puedes dispararte en el pie con ella y hacer un ridículo espantoso. Empezó a configurarse a mediados del siglo XX y le debemos autores y obras sin los que no se puede entender el mundo en que vivimos. También, por supuesto, nos ha castigado con mucha jerigonza vacía y mucho debate bizantino para dilucidar qué intelectual es capaz de decir más banalidades de la manera más retorcida posible.
Es una corriente que sigue la estela del mundo académico anglosajón y orienta su estudio hacia la producción de imaginarios. Por supuesto que es una incoherencia que pensadores que se rebelan contra la “violencia epistémica” de Occidente sobre el Sur sigan las modas universitarias de Berkeley o París, pero si nos centramos en cosas como éstas nos perdemos ideas de gran potencia.       

No es fácil asimilar estos contenidos, por lo que se agradece una introducción tan didáctica como Imperios de papel. Introducción a la crítica postcolonial de María José Vega.
Como es lógico, la autora empieza acotando su campo de estudio. Se centra en los estudios literarios, que es lo que más conoce, y orilla otras disciplinas, como la sociología o la economía. Tampoco trata casi la variante que más nos afecta de la teoría postcolonial, que es la latinoamericana, pero es comprensible que en un libro relativamente breve (340 páginas sin contar la bibliografía) haya que dejar aspectos fuera si se quiere hablar con profundidad.
Hay unas definiciones iniciales de lo que es del dominio imperial en bruto. Luego se habla sobre la forma de dominio más sutil que se ejerce desde un plano “simbólico y silenciario”, que permanecería tras la retirada de los ejércitos de la metrópolis, y que sería lo que finalmente estudia la teoría postcolonial.  
Posteriormente pasamos a la cuestión de la historia de la teoría, que empieza con Franz Fanon y otros autores negros, cuando los imperios eran todavía realidades militares sobre el Sur.
Franz Fanon (1925-1961), fue un autor que vivió poco tiempo, se consagró a la independencia argelina, y dejó libros fundamentales. Los condenados de la tierra, que escribió rápido mientras se lo llevaba la leucemia, es una apología de la lucha anticolonial en todos los frentes y una defensa de la violencia; caló muy hondo en muchos revolucionarios de los años sesenta. Pero sobre todo aquí se trata otro libro, Piel negra, máscaras blancas, en el que Fanon analiza la psicología de los colonizados, la imposición de una cosmovisión europea sobre ellos; por ejemplo qué supone para un africano formarse leyendo novelas de exploradores blancos en África.
El siguiente hito intelectual que se trata es Edward W. Said. Este autor cristiano palestino, profesor en Estados Unidos, podríamos decir que es el fundador consciente de la teoría postcolonial con su libro Orientalismo. Fanon escribía circunstancialmente entre disparo y disparo, por lo que fue un precursor involuntario. Pero Said desarrolló su obra con más tranquilidad dentro de la academia. Su interés es explicar “Oriente” como una construcción de Europa, que siempre busca crear un Otro exótico paradigma de barbarie y aventuras sobre el que expandirse. Para ello recurre a las artes y a las ciencias eurocéntricas, que con tres o cuatro imágenes y simplificaciones construye un imaginario territorial que no existe realmente.
(Por cierto, los libros de Said se leen sin excesiva dificultad, y están bien traducidos y distribuidos).
El tercer hito que acota María José Vega es cómo ha enraizado la teoría postcolonial en India, con Gayatri Spivak y el desarrollo de los estudios subalternos; y Homi Bhabha, que es un pensador, si se nos permite un aparte biliar, ilegible por lo ridículamente complicado que es.
Orbitando en torno a estos hitos, están los temas recurrentes de la teoría postcolonial, como el nacionalismo, la cuestión del uso de las lenguas europeas, las ciencias autóctonas... todo bien explicado y accesible a profanos.