20.6.20

Sigmaringa contra Savater


Zizek dice en Acontecimento que la filosofía de hoy se parece a los últimos funcionarios de Vichy refugiados en el castillo de Sigmaringa, al sur de Alemania, poco antes del fin de la II Guerra Mundial. Completamente derrotados e ignorados por todo el mundo, estos burócratas se dedicaban a escribir compulsivamente proclamas y decretos administrativos suponiendo que tantos papelajos les iban a devolver un poder que ya habían perdido definitivamente. Zizek sostiene que los filósofos también actúan de esa manera: publican y publican teorías irrelevantes que a nadie le importan, y pretenden así que todavía tienen una autoridad en la que ya sólo creen ellos mismos.  
Podríamos hablar por ello de Filosofía Sigmaringa. Una filosofía inútil, espectral, sin audiencia, autofágica y endogámica, y que además se cree importante; que pretende estar reflejando la realidad en sus juegos lingüísticos cuando la realidad está ya muy por delante y mejor analizada por otras disciplinas.  
La Filosofía Sigmaringa -un nombre oportunamente alemán, plúmbeo y hasta algo ridículo, o sea filosóficamente idealista- desecha a los pensadores que llegan al gran público y que por ello tienen influencia social. Le gusta más ser un teatro chinesco en su castillo, y reinar sobre pocos acólitos en lugar de llegar a audiencias más generalistas.

Fernando Savater es un paradigma de autor denostado por esta filosofía. Nunca le perdonarán que venda libros y que se entienda lo que escribe. Por otro lado, él mismo afirmó desde el principio que no quería saber nada de academias prestigiadoras, como queda claro en La filosofía tachada, una de sus primeras obras, donde señala las vergüenzas de la filosofía institucional, y que lastimosamente podría publicarse hoy sin tener que alterar ni una coma. 
El ninguneo a Savater es tal que no hay publicados estudios extensos y rigurosos sobre su pensamiento. Muchos de sus libros están descatalogados. No hay proyectado ningún curso de verano ni nada parecido para empezar a clarificar su legado, sobre todo cuando él asegura que ya no va a escribir más.

Lo que sí hay son tesis doctorales. Entre las aficiones extrañas de este servidor de ustedes, y que les recomienda, está buscar tesis doctorales de algún tema interesante en PDF. Hay de casi todos los temas y se aprende mucho. De Savater hay tres descargables, que yo sepa, pero solo es excelente la de Marta Nogueroles, La trayectoria intelectual de Fernando Savater: el pensamiento crítico de un “joven filósofo”.   
Nogueroles repasa toda la obra filosófica de Savater, y la divide en tres fases: 1) período hipercrítico de los años setenta; 2) ética trágica y compromiso democrático en los años ochenta; y 3) humanismo ilustrado en los años noventa.
Las tres etapas tienen sumo interés. La primera es irreverente y libertaria; el Savater joven carga viperino contra todo y todos. No parece que hoy esté especialmente orgulloso de esos libros, y salvo el primero, Nihilismo y acción, ya no se reeditan. Sin embargo Para la Anarquía, Apología del sofista y Panfleto contra el todo se leen con gozo. Hoy se encuadrarían en el “anarquismo postizquierda”, ya que son antimarxistas y anticolectivistas. Savater predica sanos egoísmos libres en lugar de revoluciones y banderas rojas.
La segunda etapa coincide con su acercamiento al PSOE y su pretensión, como más o menos reconoce, de ser un poco el “intelectual orgánico” del partido y de alguna manera ser el filósofo oficial de la democracia. El 23-F le había alejado de las chanzas juveniles. Leído hoy, en tiempos de populismo y de un victimismo patologizante, su visión de la democracia como pluralidad y de la ética como tarea heroica de individualidades fuertes que toman las riendas de su vida resulta casi incendiario. Además los libros de esta época no son lecturas fáciles pero tampoco son imposibles de leer. Se nota que Savater quiere llegar a un lector generalista. La tarea del héroe, Invitación a la ética, El contenido de la felicidad, Ética como amor propio,…son de esta época y todos son recomendables.    
La tercera etapa es la del alejamiento gradual de los socialistas y su valiente militancia antiterrorista. Su oposición a los nacionalismos identitarios en nombre de Voltaire y el humanismo se plasma en Humanismo impenitente, Contra la patrias, Diccionario de filosofía,… En esta época se le puede considerar el filósofo del unitarismo nacional, pero tampoco parece que haya cuajado en este papel. El nacionalismo es demasiado poderoso en sus territorios y sus engranajes con el Estado no dejan espacio para convertir a Savater en el gran intelectual-árbitro moral del país.
Ermua fue el trágico inicio de una sociedad civil que se organizaba. Aquello podría haber evolucionado hacia cierta hegemonía cultural resumida en el motto de Eugenio Trías: "España significa libertad". Pero claro, hubiera hecho falta otro tipo de liderazgos políticos. Savater y los intelectuales que se movilizaron con él podrían haber hecho las veces de líderes de una nueva sociedad española, pero claramente no hubo interés en las élites de seguir por ese camino.

Savater es carismático y es un buen orador. En general cae bien, y tiene un pasado heroico como demócrata amenazado. Su obra tiene clara vocación pública y se nota que quiso tener peso intelectual en la sociedad. En Francia sería un icono nacional; aquí sólo lo fue por breve tiempo y únicamente de parte del país. Pero sigue teniendo bastante potencial, y si hubiera vida inteligente en eso que se ha venido a llamar el “constitucionalismo” utilizarían a discreción muchos de sus textos e ideas.
En cuanto a sus habilidades como filósofo, que nadie se toma menos en serio que él mismo, se le acusa desde Sigmaringa de poco profundo o de no tener proyección académica. Eso es porque no publica en las típicas revistas postestructuralistas o analíticas que no lee ni el tato. Pero sin embargo desde la asociación de profesores de México le pidieron el manual de El valor de educar, y millones de hispanoparlantes hemos crecido con sus libros.
Dentro de diez años sabemos seguro que nadie recordará a los popes españoles de Sigmaringa (no daremos nombres porque todos sabemos quiénes son). Sin embargo los libros de Savater seguirán siendo escuchados, pese a quien pese.   

13.6.20

T.A.Z., de Hakim Bey

Hakim Bey, que en turco quiere decir “señor juez”, es el seudónimo de Peter Lamborn Wilson, un anarquista y sufí norteamericano que nació en 1945, y al que debemos algunos de los textos más influyentes del underground cultural de las últimas décadas. De su extensa obra sólo circulaban en nuestro idioma, dispersos y en ediciones marginales, Caos, Inmediatismo y Zonas temporalmente autónomas. Recientemente la editorial Enclave de libros ha decidido reeditarlos juntos en un cuidado volumen. Apadrina el invento Servando Rocha, habitual rescatador de este tipo de rarezas.

T.A.Z., título general del volumen y que es el acrónimo inglés de las Zonas Temporalmente Autónomas, es una exposición de doscientas cuarenta y seis páginas del “anarquismo ontológico” que defiende Bey, y que se encuadra, como todo lo que huele a pólvora, en lo que se ha venido a llamar “anarquismo postizquierda”, esa corriente de pensamiento estadounidense que quiere un anarquismo autónomo y emancipado del izquierdismo actual, al que acusan de haber descarrilado en políticas identitarias y colectivistas.

El santo patrón del movimiento es Max Stirner, filósofo alemán del siglo XIX y autor del imprescindible El único y su propiedad. También los situacionistas, el grupo artístico-político francés de los años sesenta que quería desvelar el envés del Espectáculo, inspiran a los de la post-left anarchy. Ambas referencias son permanentes en T.A.Z., donde también encontramos influjos del ciberpunk, de Ivan Illich y de la mística oriental.

La primera parte de esta edición es “Caos. Los pasquines del anarquismo ontológico”, un conjunto de textos en los que Bey propone un terrorismo poético vinculado al Teatro de la Crueldad, y en el que defiende que pequeños grupos de militantes se dediquen al sabotaje del arte y a crear un leve caos en el mundo. Como es costumbre en Bey, no se limita a lanzar cómodos anatemas grandilocuentes, sino que pone ejemplos de lo que se podría hacer (por ejemplo, algo tan nimio como colocar por la noche un tótem desconcertante en un parque público, aun sabiendo que las autoridades municipales lo quitarán pronto).

En “Zona temporalmente autónoma”, el núcleo del libro y el que mayor repercusión ha tenido, propone un momento de libertad en el que un grupo de personas toman el control de un espacio determinado, realizan una actividad emancipadora y desaparecen antes de que agentes estatales puedan localizarlos, para reaparecer sorpresivamente en otro lugar y repetir la jugada. Para ello crearán rutas secretas, descubrirán nuevas geografías, y sobre todo tendrán que estar siempre moviéndose (y viviendo) con intensidad.

Los antecedentes históricos que encuentra Bey, entre otros, son las utopías piratas que existieron en el Caribe, la orden de los assassins medieval que se desvanecía en el desierto, la gran desaparición de pioneros puritanos rumbo al enigmático “Croatan”, los viajes psicoactivos (Bey estuvo en la órbita de Timothy Leary) o la república de artistas y bohemios varios que acaudilló D´Annunzio en Trieste al acabar la I Guerra Mundial.

En cuanto a la fuente de inspiración intelectual de más peso, Bey cita a Bruce Sterling y su libro Islas en la red, una novela de ciencia-ficción de 1986 donde se predice que un nuevo sistema de comunicaciones llamado la Red (en efecto, llamamos así a Internet por esta novela) cubrirá el globo y debilitará a los Estados-nación, ya que con ella habrá una explosión de subjetividades, y cada uno querrá juntarse virtualmente con sus grupos afines, y no con sus vecinos reales, por muy compatriotas que sean. El control de datos será el nuevo motivo de guerras y actos de terrorismo digital, y la información valdrá tanto como el oro y las corporaciones matarán por ella.

Nada de esto es baladí si queremos entender por qué T.A.Z. se ha considerado el manifiesto político de los hackers. Se publicó en 1991, con internet casi sin desarrollo, pero tanto si Bey ya lo tenía en mente, o si fue de chiripa por basarse en Sterling, lo cierto es que se puede leer hoy como un panfleto viral: Bey habla de redes clandestinas a las que llama “web”, por debajo de la “net” oficial, en la que los traficantes de datos se mueven como nuevos piratas.

En nuestra opinión, sin embargo, lo más potente de las TAZ es su contenido mítico y aun religioso. Hay mucha potencia estética en su propuesta. Los lugares de liberación que se crean y desparecen, esa aspiración tan improbable y tan real a la vez, puede movilizar a la gente sin enajenarla en un proyecto colectivista, como hacen los partidos comunistas y sus epígonos identitarios. El TAZ es “una unión de egoístas” stirneanos que se constituyen en armada bucanera para perderse en el horizonte antes de ser apresados. Buscan en el pasado los propios héroes, y eligen a sus próceres, lo que suena a crear una historia propia; quieren ser autónomos también en eso, en la construcción de su propio relato fundacional.

En cuanto a lo religioso, Bey es sufí y está ducho en misticismos. Hay algo sagrado en su causa y abundan las citas a textos orientales. Bey propone un “anarcotaoísmo” y un culto llamado discordianismo que venera al caos. Pero en general hay una vitalidad en las TAZ que solo puede dar lo numinoso y que cuando aparece los gobiernos pierden poder. Opone lo sagrado al Estado. 

También es relevante que cuando se trata de financiar las TAZ considere viable una alianza si “entre la energía que los izquierdistas ponen en las manifas y la que los libertarios ponen en jugar a fútiles jueguecitos de terceros (…) redirigiéramos todo ese poder a la construcción de una verdadera economía subterránea”. Las TAZ no son anarcocapitalistas, pero podrían convivir con los mercados negros que estos promulgan.

 

“Inmediatismo” cierra el libro. Son artículos en los que se enfatiza en la autonomía de las gentes frente al poder. Las personas hacen cosas, nadie las hace por ellas. Individualmente o en grupo evitan las mediaciones externas y producen por sí mismas. No visitan museos, sí hacen arte.

La comunidad inmediatista es una “hermandad festiva”. Intenta recuperar ese momento transformador que todos hemos sentimos en la subversión de una fiesta exitosa y trata de guiarse por ello. Convierte los almuerzos en una oportunidad de trabajo cooperativo. Bey pone como ejemplo la antigua costumbre estadounidense de reunirse para tejer colchas en grupo, que es un momento excelente para poder hablar y poner las inquietudes en común.

El inmediatismo se vincula con los Tong, otra de las propuestas de Bey. Las antiguas sociedades secretas chinas serían el modelo de estos grupos nómadas bien articulados. Se distancian del asamblearismo en que son restrictivos. Si aceptan a todo el mundo se echan a perder: “Muchas organizaciones de corte no autoritario se fundaron sobre el dudoso principio de la militancia abierta, lo que lleva con frecuencia a un mayor predominio de gilipollas, patanes, aguafiestas, neuróticos quejicas y agentes de policía. Si un Tong se organiza en torno a un centro de interés específico (especialmente un centro de interés ilegal, arriesgado o marginal), claro está que tiene derecho a componerse de acuerdo con el principio de grupo de afinidad”.

Los Tong y el inmediatismo no buscan el poder, ni transformar la totalidad. Quieren ser libres por sí mismos y que les dejen en paz. Parece un buen refugio en estos tiempos en los que el Estado ya es un biopoder que se mete en todos los resquicios de nuestras vidas.

 

El T.A.Z. de Enclave de libros es en suma una oportunidad de tener unos textos inagotables. Sólo queda esperar que se animen a traducir más del gran Hakim Bey.


3.6.20

La abolición del trabajo, de Bob Black


En cualquier dictadura moderadamente desestalinizada hay un grado mayor de libertad que en el lugar de trabajo norteamericano medio.

Bob Black es un escritor libertario estadounidense muy popular en el mundo angloparlante, aunque aquí solo se ha traducido de él La abolición del trabajo. Wikipedia le coloca la etiqueta de “post-left anarchy”, junto a John Zerzan y Hakim Bey, entre otros. O sea, que no se puede estar en mejor compañía. Hay ciertamente paralelismos y diálogos entre ellos; se nota que caminan en la misma dirección.
Son tres pensadores nítidos como un disparo. No se mueven en la academia y no hacen falta académicos para interpretar sus libros. Cualquiera puede leerlos y sacar sus conclusiones. Esto explica tal vez que no sean populares entre los intelectuales progres, que prefieren a autores ilegibles como Deleuze o Lacan, de los que sólo ellos pueden ser los glosadores, convirtiéndose así en una nueva clase sacerdotal entre seglares.
Según la wiki, Max Stirner y los Situacionistas están entre sus referentes principales, pero los de la  “post-left anarchy” demuestran que han leído de todo y que lo han asimilado. Aun así, no hay ejercicios de pedantería en sus páginas, lo que les hace accesibles. Sería muy interesante investigar la influencia que han tenido entre el gran público, cómo han llegado a cuajar entre todo tipo de gentes y les han movido a la acción.
(En el caso de las Zonas Temporalmente Autónomas de Hakim Bey, por ejemplo, sabemos que ha sido un terremoto en el ciberespacio.)       
Las propuestas que hacen son coherentemente anarquistas y buscan la libertad individual por encima de todo, y luego la cooperación entre esas individualidades sin esperar mediaciones externas. No hay cabida a redentores indeseados. Pero tampoco caen en la idealización populista de asamblearismo, y dedican mucho estudio analizar cómo funcionan los “grupos de afinidad”, con todos sus inconvenientes.
Son teóricos de la autonomía social y no dejan resquicio por el que puedan entrar los políticos a malmeter.

La abolición del trabajo aparece en español, como todo lo bueno, en la editorial Pepitas de calabaza. Es realmente un artículo largo. Esta edición tiene sesenta y cuatro páginas incluyendo apéndices y demás. Por lo que no profundiza mucho y se centra en poner una idea en circulación. Lo que hace con creces ya que es un texto de 1985 cuyo influencia no ha dejado de aumentar.
Describe el espacio de trabajo como un totalitarismo. El trabajador está controlado hasta el último movimiento. Tiene un jefe despótico ante el que cualquier negativa se considera una “insubordinación”, como la de un hijo frente su padre. Y puesto que pasamos la mayor parte de nuestra vida en ese espacio oprobioso, Black considera que no se puede hablar de libertad en Occidente.
Hay muchos apologetas del trabajo, como el marxismo, que venden que el trabajo dignifica y pamplinas por el estilo. Pero lo cierto es que mata, y merma la salud y la creatividad de las personas. Hay que buscar una sociedad en la que no haya que pasarse un mínimo de cuartenta horas, más desplazamientos, en un sitio en el que no queremos estar.
Expone a matacaballo distintas alternativas, como la robotización de las labores más duras, que permitiría trabajar menos y de manera más grata. O propone darle un sentido más lúdico a la producción, porque hay que seguir haciendo cosas, como subraya Black. Pero es un texto demasiado breve como para desarrollar mucho más el tema (lo hace, una vez más según la wiki, en otros libros que todavía no han sido traducidos.)
De cualquier manera, merece la pena leer La abolición del trabajo. Tiene tres o cuatro párrafos de esos que se quedan grabados y que recordaremos cada día de nuestras vidas temprano en el metro, o cuando por ineptitud burcrática nos tengamos que quedar hasta el anochecer clavados en nuestro puesto en la oficina.
No es mucho, pero tampoco es nada. 

2.6.20

de los pijoprogres



Mi vida transcurría monótona y con más pena que gloria, como siempre, felizmente desconocedor de que Javier Bardem, actor al que tributo una indiferencia absoluta, tenía un hermano llamado Carlos. Pero lo descubrí a raíz de cierto escándalo en las redes sociales, ya que el hermano en cuestión tuvo la desagradable ocurrencia de llamar “tío Tom” al único diputado no blanco que tenemos en el Parlamento. Me pareció bastante asqueroso utilizar el color de piel de alguien como reproche político. Google me informó además de que el tal Carlos Bardem tiene a gala ser un izquierdista fetén, y que semejante espumarajo racista no tuvo reproche alguno, y que hasta otros camaradas de bancada, como Guillermo Toledo, tan sensible para otras cosas, le habían jaleado por ello.   

Le investigué un poco más y encontré una entrevista con Carlos Bardem que circula por internet. Sus respuestas son más o menos las previsibles de un pijoprogre al uso, y todo lo reduce a la falacia moral de siempre de que los otros (la derecha) son muy malos o sea que nosotros (la izquierda) somos necesariamente buenos. En cuanto a sus argumentaciones, ni siquiera creo que estén bien hilvanadas y son meras banalidades. 

Resumiendo: Carlos Bardem está encantado de haberse conocido, es incapaz de ver su propia mediocridad, y habla como quien se cree elegido por los dioses. Nada nuevo, pues.

Pero al estar en distintas plataformas digitales se pueden revisar los comentarios que ha generado. La inmensa mayoría son despreciativos y no todos, como se podría suponer, atribuibles adversarios políticos, sino también a gente que se considera de izquierdas.

La solemne banalidad que exhibe el tipo cae mal a todo el mundo, sin banderías. Si hay un consenso generalizado en nuestro país, algo que une a los diversos espectros políticos, es que casi todos pensamos que los pijoprogres son gilipollas.

El actor y escritor se preocupa por la esclavitud del siglo XIX, o sea por una batalla del pasado que ya está cerrada. Philippe Muray llamaría a esto con sorna la “epopeya del pleonasmo”. Los pijoprogres siempre buscan causas políticas facilonas en las que no te juegas nada, sobre las que hay unanimidad y en las que no hay nada que se pueda solucionar ya, pero que dan la oportunidad de identificarse con las víctimas.

Carlos Bardem nos explica -agárrate los machos- que ¡la esclavitud es mala!¡secundémosle con nuestro asentimiento ojiplático!

Es como si no hubiera problemas hoy entre la gente común. Quieren una política sin economía, reducida a relato y manual de agravios. Una política en la que nadie pasa hambre. “La izquierda, a nivel mundial, ha descubierto que habiendo más pijos sensibles y yonquis de la superioridad moral que pobres, es mejor que te voten pijos y veganos a que te voten pobres” dice Alberto Olmos en un artículo que cada día se hace más grande.

Cuando dice que está bien ser de izquierdas y vivir como un sultán, y mete con calzador que lo contrario es “criminalizar la pobreza” (!), se presenta ante los navegantes digitales como un cretino, que le recuerdan además que él despidió a varios trabajadores del restaurante de su familia ¡Pues claro que es incoherente decirse obrerista y despedir malamente a tus trabajadores, y vivir en casoplones en Galapagar, y recurrir a hospitales privados en Hollywood! No es ganar un buen dinero el problema, es ostentar como señoritos. Julio Anguita tuvo sueldos altos toda su vida, y vivía con normalidad en una casa media en Córdoba. Nadie le reprocha nada a él.

El marxismo sólo volverá a ser respetado cuando se libre de estos pijoprogres que se han adueñado del discurso. Y que ni siquiera han hecho el esfuerzo de formarse intelectualmente para dar argumentos que no provoquen sonrojo. No es sólo que sean incoherentes y mezquinos, es que cada vez que abren la boca es para decir trivialidades sin fundamento.

¿Por qué estos personajillos, que son solventes en lo económico y por tanto tienen tiempo libre, no se forman antes de hablar? No es tan complicado. Podrían hacer cursos en línea o contratar profesores para que les instruyan. En nuestro país hay miles de académicos bien formados en tradición marxista que podrían echarles una mano. Así se evitarían caer tan bajo como para recurrir a la caricatura racista o defender la opulencia insultando así a millones de mileuristas precarizados.

Es por su bien. Y por nuestro bien. Carlos Bardem y demás ralea tienen la "hegemonía". Nadie lo niega. Pero hegemonía no significa pasarse el día metiéndole el dedo en el ojo al español medio, sacando de quicio al personal y provocando la reacción contraria. Esta gente es la que va a llevar a Vox al poder ¡Es peligrosa!