Muy a menudo los países miran atrás y sienten asco y vergüenza por
los errores y horrores que toleraron. Las más de las veces se tratan de
justificar diciéndose que desconocían lo que estaba sucediendo, o que
solo una minoría poderosa era responsable, que nada, en suma, podía
haber hecho la mayoría ignorante y mansa. Con la abundancia y rapidez
con que nos llega la información en la actualidad, lo cierto es que
estas excusas son cada vez menos verosímiles. Porque en nuestro tiempo,
con frecuencia, la infamia incluso es retrasmitida en directo.
En
España tenemos unas televisiones que esgrimen como motto cínico que
están “para entretener a la ciudadanía, no para formarla”. Y con este
argumento por bandera vomitan sobre ella un catálogo de programas y
personajes que parecen haber buscado en los estercoleros. Lo peor, lo
más vil, pueden encumbrarlo en moda popular, en una supuesta demanda
social paradójicamente diseñada en el despacho de algún alto creativo
audiovisual.
Desde hace unas semanas contemplamos como Tele 5,
premeditadamente, está convirtiendo a unos de los personajes más
grotescos y deleznables de nuestra historia reciente en una estrella
mediática. Antes de su paso por esta cadena, nadie, absolutamente nadie,
demandaba estar al tanto del lado “humano” de Francisco Nicolás Gómez,
más conocido como “el pequeño Nicolás”. No había interés en él; solo se
le consideraba una basura corrupta de la ralea de Bárcenas o Correa. Sin
embargo, los directivos de Tele 5 están activando, paso a paso, todos
los mecanismos necesarios para hacer de él un icono. No es gracioso que
unos de los culpables del hundimiento de la economía, solo por ser
especialmente joven, sea un referente simpático para sus coetáneos. Y
esto está sucediendo día a día, antes nuestras narices.
Tras la
crisis económica que todavía padecemos no hay lugar para inocencias
fingidas. Sabemos que vivimos en una sociedad de bajo nivel educativo,
de mediocre cultura cívica y de comportamientos francamente amorales. Y
también sabemos que si no cambiamos colectivamente no recuperaremos en
rumbo. Todos, incluidos los medios de comunicación, somos responsables.
Si queremos salir del hoyo, una de las primeras cosas que hay que hacer
es dejar de ser complacientes con los sinvergüenzas, ni con los que los
jalean.
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