Aparece por fin en nuestro idioma el libro El crepúsculo de las máquinas de John Zerzan.
Publicado originalmente en el año 2008, se trata de una recopilación de
textos, no especialmente largos, del teórico anarquista estadounidense.
Las obstinaciones temáticas son las mismas que en el anterior Futuro primitivo, aunque ahora están tratadas con menos pasión y más academicismo; lo que no quiere decir que hayan dejado de ser interesantes. Futuro primitivo era de 1994, y desde entonces y hasta el 2008 hubo mucho acelerón. En los nuevos textos abundan los ipads, las críticas al Imperio de Negri y los simuladores virtuales. La rabia contra la civilización sigue intacta.
Carlos
Taibo explica en el prólogo que el pensamiento de Zerzan se condensa en
seis críticas: 1) al lenguaje; 2) al sexismo; 3) a la guerra; 4) a la
religión; 5) a la vida urbana; y 6) a las jerarquías. Habría que matizar
que su crítica a la religión se orienta hacia el monoteísmo, ya que
habla sin complejos de sanas búsquedas espirituales y defiende la
hierofanía antigua como una forma de conexión con la naturaleza. Su
crítica al sexismo y a la guerra son por otro lado subsidiarias de sus
críticas a la civilización. De cualquier manera el estudio de Taibo,
como el Gustavo Bueno en Futuro Primitivo, demuestra que hablamos de un autor que hay que tomarse en serio.
El crepúsculo de las máquinas
no sorprenderá a quién ya conozca el libro anterior, pero sí sentirá
que lo complementa. La parte más interesante del pensamiento de Zerzan
es, en nuestra opinión, su idea del pueblo depresivo o psiquiatrizado
como sujeto revolucionario. Ya no es algo así como Foucault que ve en
los locos resistentes individuales e irremediablemente condenados al
fracaso; de lo que se trata es de que ahora los desequilibrados
son la mayoría, pueden formar un ejército rebelde y finalmente vencer.
Están muy enfadados, no porque no llegan a fin de mes, sino porque para
hacerlo tienen que atiborrarse de pastillas.
Un autor que aparece saludado como un retratista de este zeitgeist afligido es Michel Houllebecq, el cronista de la depresión moderna. En El crepúsculo de las máquinas puede leerse como una continuación de cualquiera de sus novelas,
donde los personajes solitarios y adictos al porno acaban tomando
conciencia revolucionaria desde su situación, no impostándose ninguna
otra, y se amotinan en barricadas levantadas sobre electrodomésticos de
último modelo.
Pero esto nos lleva a la flaqueza de Zerzan:
¿realmente podemos exigir que la felicidad –que de hecho no existe, no
es más que un “imposible necesario”, que diría Julián Marías- nos venga
dada? Entendemos como él que la postmodernidad es la narrativa del
actual poder político y económico, especialmente difuso pero no menos
certero. Y la postmodernidad ha acabado con los grandes relatos, ya no
hay refugio en Dios, ni en nada que necesite de palabras para existir.
Pero se trata de eso, de ser libres, de no heredar certezas sino de ser
supervivientes y salir adelante según nuestros propios parámetros. El
poder laico actual no es una religión, no está para imponernos un
sentido total de la existencia. No se puede culpar al sistema
capitalista de no garantizarnos el sentido de la vida; exigírselo solo
oculta la nostalgia de un orden religioso. Zerzan padece un afán de
regreso a las seguridades de la tradición y la fe. Tiene algo de niño
que ha descubierto que su padre no lo sabe todo.
(Addendum)
Hay
una historia que circula por la red, imaginamos que es cierta, que
cuenta que Bill Clinton fue a la MTV en período electoral porque quería
atraer el voto del mocerío. Era una semana en la que Kurt Cobain se
acababa de suicidar, y uno de los espectadores en el turno de preguntas
del público le espetó al Presidente que aquella tragedia había deprimido
mucho a los jóvenes que idolatraban al cantante, que qué pensaba hacer.
Clinton entonces no pudo más que balbucear unos cuantos lugares comunes
y al día siguiente fue criticado por ello en los medios. La cuestión es
¿por qué demonios tenía que hacer o decir nada para evitarle el spleen a
los fanáticos del Cobain? Esa no es su función. A él hay que exigirle
que la economía vaya bien, que sea posible salir adelante y que haya
seguridad, nada más. Y los motivos para rebelarse tienen que ver si
incumple estos mandatos o si por supuesto deriva en tiranía, no porque
no nos da mascaditos argumentos para levantarnos por la mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario