Cuenta el imprescindible historiador Tuñón de Lara que las oligarquías latifundistas españolas del siglo XIX se opusieron a la industrialización bajo el motto de “o el petróleo o nosotros”. Maliciaban que ellos serían los reyes del mambo mientras la sociedad española fuera subdesarrollada y analfabeta; en el momento que aparecieran los trenes, las fábricas y las ciudades, pasarían a ser un mero estorbo con vestidos caros –sus predicciones fueron acertadas, como sabemos.
Ahora nuestra casta anda un poco en las mismas. En los últimos treinta años España no ha tenido ningún problema realmente desestabilizador -por
supuesto sí sucesos trágicos-. Se podrían haber creado emporios
neo-tecnológicos, convertir el inglés en una lengua de uso corriente,
diluir las tensiones regionales en aras de una integración
supranacional, mejorar la educación y los medios de comunicación…Pero
no.
Se me ocurren estas cosas paseando por la Rozas, a las afueras
de Madrid. Allí veo que con nuestros impuestos han levantado una ciudad
del fútbol. Apabullante. A pocos kilómetros hay niños que pasan hambre,
pero le estamos pagando el spa a Ronaldo. Y lo mejor de todo es que
ahora sobrevuela una posible orden judicial de demolición de las
instalaciones. Según parece, el alcalde de las Rozas ¡regaló los
terrenos a la Federación de fútbol! Una denuncia ha prosperado, y si se
declara ilegal el obsequio pueden entrar las piquetas a tumbarlo todo.
Dinero y terrenos públicos al fútbol, y al tiempo uno de los peores sistemas educativos de Europa occidental ¿Qué clase de régimen es éste que felizmente agoniza en nuestras narices? Hace poco se publicó Por qué fracasan los países,
escrito a cuatro manos entre Daron Acemoglu y James A. Robinson. En él
casi no se habla de España directamente, pero parece una radiografía de
nuestro país. La tesis es que los países se echan a perder
principalmente cuando caen en manos de “élites extractivas”,
castas que se dedican al saqueo económico y descuidan a conciencia la
educación, la racionalidad económica y la integración social.
¿Por qué no en lugar de este macro chill out
para futbolistas construyeron una réplica del Instituto Tecnológico de
Massachusetts, la mejor y más rentable universidad del mundo, como han
hecho todos países que hoy tienen economías hercúleas? Hoy Las Rozas
sería hoy en un enclave puntero y dinámico.
Pero, evidentemente,
la politiquería de la especulación y los chanchullos que propició el
engendro de Las Rozas no hubiera aguantado ni la primera promoción de
emprendedores exigiendo dinamismo y transparencia. Por supuesto que
evitarán crear cualquier tipo de infraestructura económica que cree una
superestructura social vigorosa y exigente. Hoy la nueva
aristocracia se atrinchera tras el ladrillo y el fútbol al grito de: “o
las nuevas tecnologías o nosotros”, “o un buen sistema educativo o
nosotros”, “o una sociedad civil fuerte o nosotros”…
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