Photo by Greg Rakozy on Unsplash |
El transhumanismo
se anuncia hoy con timidez, acaso como un rumor; hay pocas referencias
todavía en la vida cotidiana. Sin embargo en un par de años, cinco a lo
sumo, se convertirá en el tema de moda. Más adelante, tal vez en una
década, será sencillamente la base estructural del mundo en el que
viviremos.
Los avances tecnológicos no es que estén revolucionando
la sociedad, es que están preparando el próximo paso evolutivo del ser
humano. Ya no es si sucederá o no que la robotización trasformará el
mercado laboral, o si habrá ordenadores superinteligentes, o si seremos
los últimos especímenes del homo sapiens sapiens; la única duda es cuándo pasará.
O sea, si todo esto lo veremos nosotros o nuestros nietos.
Para un optimista como Roy Kurzweil,
el teórico de la Singularidad, estamos en los albores de un crecimiento
exponencial radical del conocimiento, ya que los ordenadores están a
punto de entrar en una espiral de automejora que les llevará a
proporcionarnos unos saberes tales que transfigurarán completamente
nuestra existencia, y para mediados de este siglo los humanos acabaremos
eternos e incorpóreos fusionados con las máquinas.
Sus
detractores del mundo científico ríen y dicen que Kurzweil va muy
rápido, que es una barbaridad, que eso pasará, pero en aproximadamente
cien años. Lo que provoca cierta perplejidad. La mitad de los niños que
nacen hoy en Occidente vivirán cien años; es un hecho que ésta es hoy ya
la esperanza de vida. Es decir, que en el escenario más pesimista con
respecto a los tiempos transhumanistas los adultos actuales estaremos
criando malvas, pero los chiquillos que juegan ahora en los parques de
nuestros barrios lo van a vivir de pleno. Así que pensar que estos
desafíos nos resbalan porque no nos van a tocar es un ejercicio de
mediocridad y egotismo.
Hay desde luego consenso; el mundo que
vivimos tiene los días contados. Por lo que hay que prepararse para un
nuevo cambio civilizatorio, independientemente de lo mucho que nos
adentraremos en él por la edad.
Para ir oteando el futuro hay dos libros reseñables en el mercado.
El primero es La revolución transhumanista
de Luc Ferry. Hay que decir que no es un buen libro. Parece un pastiche
de artículos de revista alargados. El autor opina demasiado y mezcla
sin mucha credibilidad una disquisición sobre la economía colaborativa
con el transhumanismo. Pero aun así es claro y legible, una aceptable
puerta de entrada en la materia.
Ferry nos repite como un mantra
durante todo el texto que en Europa nadie se está planteando esta
cuestiones, que aquí se conmemoran glorias históricas y hay debates
políticos decimonónicos mientras que en Asia están cogiendo velocidad
para adaptarse a lo que vendrá. Este déficit, nos dice, es en parte
culpa de cierto pesimismo cómodo europeo que consiste en estar siempre
lamentándose, siempre sollozando porque el progreso es malo, la
tecnología es diabólica y como mejor se vivía era colgado de la teta
materna.
El otro libro es bastante mejor; Transhumanismo de Antonio Diéguez.
El autor es un profesor de la Universidad de Málaga que por lo que se
ve en esta obra, y en los vídeos de youtube, parece saber bastante.
Escribe bien, es pedagógico y sobre todo es nítido en sus exposiciones.
Tiene capítulos muy definidos dentro de una unidad coherente. No hay
jerigonza heideggeriana ni argumentos enrevesados. En muy diciente que
utilice a Ortega y Gasset, paradigma de pensador claro, para sustentar
sus afirmaciones.
Si el libro tuviera cien páginas más sería casi
una obra definitiva, al menos en nuestro idioma. Diéguez es joven y
seguramente este libro será de calentamiento. Esperemos que nos siga
informando. Por el momento es uno de nuestros mejores divulgadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario