Philip Roth y Michel Houellebecq son buenos.
Su valor reside en que desmitifican esa patraña que se ha venido a llamar
liberación sexual. El sexo es para la mayoría de la población mundial un
territorio de soledades, sordideces y fracasos. Es, en definitiva, parte del
problema -por más que el Espectáculo quiera plantearlo como un botín
conquistado y repartido igualitariamente.
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