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Alfonso Sastre, que por si alguien
necesita coordenadas era un autor comunista madrileño próximo al mundo
batasunero, decía en un libro de los años noventa que el panorama opinativo español
era tan monocorde que convertía a Sánchez Dragó en alguien interesante, ya que
por lo menos él sí decía cosas diferentes a las de los progres de salón que estaban
todo el día con su monserga en los medios.
Hoy tampoco han cambiado mucho las cosas.
Como una especie de rara avis en el
mundo democrático occidental, tenemos seis canales de televisión y, más allá de
cierta crítica táctica necesaria para disimular, ninguno verdaderamente cuestiona
al gobierno, y no solo eso, sino que tres de ellos se dedican sistemáticamente al
derribo de la oposición. Todo ello con una propaganda continua
y omnipresente incluso en programas que en principio no daban para su
politización.
La agenda ideológica es implícita en toda la parrilla, y explícita en los programas con contenidos abiertamente políticos, donde queda crudamente al descubierto el sectarismo machacante y la falta de argumentaciones basadas en hechos, ya que todo es propaganda. Los seis canales se ajustan al canon progre sin salirse ni un ápice.
La agenda ideológica es implícita en toda la parrilla, y explícita en los programas con contenidos abiertamente políticos, donde queda crudamente al descubierto el sectarismo machacante y la falta de argumentaciones basadas en hechos, ya que todo es propaganda. Los seis canales se ajustan al canon progre sin salirse ni un ápice.
Tampoco hay mucho que alegar; moviendo
los hilos hay gente con poder que defiende su trono. Hacen lo que tienen que
hacer, luchar por lo suyo, y si la oposición no ha entendido cómo se libran las
batallas en nuestro tiempo, allá ella; merece la derrota.
Pero ¿es necesaria tal repetición
de clichés, ése no salirse del kitsch permanente? Es decir, en
España hay pensadores marxistas, feministas, postmodernos y de lo que se quiera
de primer orden ¿no podrían contratarles para que den cursos de formación a los tertulianos?¿por qué todos los presentadores de late shows tienen que
ser tan mediocres intelectualmente?¿no podría haber ciertas diferencias de enfoques
entre los distintos canales y programas?
El Gran Wyoming, por ejemplo, tiene
unos prejuicios muy claros y hace gala de ellos, perfecto, pero ¿por qué no convence a Santiago Alba Rico o Fernández Liria para que le den tutorías privadas y
traten de darle una mínima formación intelectual y que así no sea tan vergonzoso escucharle
hablando de teoría política?¿Marina Garcés no podría asesorar a tertulianos
de La Sexta para que en lugar de escupir bilis fueran capaces de construir
argumentos desde la izquierda en favor del legado ilustrado?¿Tan mala idea sería que Santiago
López Petit escribiera argumentarios para los programas matutinos y elevara un poco el nivel
del debate?
Asumimos la existencia de un Estado
orwelliano basado en una propaganda constante orientada a crear un imaginario progubernamental,
pero ¿es tanto pedir que lo hagan desde cierto nivel intelectual?
En Estados Unidos hay un
potente canal conservador, la Fox, por lo que la libertad de expresión en los
grandes medios no es unidireccional, como aquí. Pero además hay una gran pluralidad
ideológica entre los propios voceros mainstream de izquierdistas, que siguen
siendo mayoría. Por citar algunos ejemplos, Bill Maher es anticlerical y cripto
libertario; Stephen Colbert, por el contrario, es católico progresista y volcado
en cuestiones sociales; Jimmy Kimmel es gaseosamente antirepublicano; mientras
que John Steward se alinea con el centrismo de la dirección del Partido Demócrata.
No son intercambiables, como aquí. Entre ellos hay divergencias,
aunque sea dentro de un mismo marco, por lo que no es lo mismo escuchar los
comentarios a una noticia que puedan dar unos u otros. También presentan otra característica
que aquí es inconcebible: aunque a veces hablan de política local, en la mayoría de sus
programas critican el propio funcionamiento de las sociedades occidentales, por
lo que un extranjero puede seguirlos con interés.
En España no hay matices dentro del
canon progre, Wyoming y Buenafuente, Ferreras y Jordi Évole, no tienen grandes
diferencias ideológicas, dicen lo mismo. Y sobre todo son ininteligibles para
foráneos, porque toda su obsesión y limitación son las cuestiones biliares
patrias, que no dan para mucho más que espumarajos sin mayor interés.
Hemos llegado a un punto en que
aceptamos vivir bajo un Estado que considera que adoctrinarnos en parte de sus
funciones. Está bien. Pero lo que sí imploramos es que nos adoctrinen con
cierta calidad, que incluso no nos demos cuenta de lo que nos hacen, y que nos
libren de sentirnos insultados por gentuza mediocre que ni siquiera sabe hacer
su trabajo disimuladamente.
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