Parece claro que el
coronavirus va a transformar nuestras vidas, y que cuando esto pase y salgamos
de nuestros encierros el mundo que encontraremos no será el mismo de antes.
Trasladado a las humanidades, podemos decir que esta pandemia va a actuar como
la navaja de Ockham, separando lo banal de lo importante, y dejando solo lo
necesario para la reconstrucción económica y social. Tardaremos mucho en volver
a leer a plañideras anti-Ilustración, en disfrutar de retretes como
culminaciones artísticas, o en considerar buena filosofía a la jerigonza
postmoderna. Vamos a lidiar con problemas capitales y los libros que leeremos
ya no podrán ser pérdidas de tiempo; nos espera un panorama demasiado poco halagüeño.
Con tantas horas
para leer como ahora, miro mi biblioteca personal y me pregunto qué proporción
quedará obsoleta en poco tiempo. Tengo
varios ensayos sobre el populismo, por ejemplo ¿en unos meses serán tan vintage
como las colecciones de Cuadernos para el diálogo que defendían la legalización
del divorcio o la abolición de la pena de muerte? O los estudios sobre
políticas identitarias ¿pronto nos recordarán a esos libros de viejo que se
refieren a la URSS como el vecino del Este? O los tratados sobre realismo
especulativo, hasta ayer lo más puntero en ontología ¿se verán de tan mal gusto
para fin de año como los manuales teosóficos?
No sabemos hacia
dónde vamos, y no podemos predecir qué disciplinas y autores van a caducar. Sin
embargo, sí parece seguro que hay libros, que convenientemente actualizados, van
a prevalecer entre los escombros.
Tenía Así se
domina el mundo. Desvelando las claves del poder mundial de Pedro Baños en
la estantería de libros que no me apetecen nada. Sin embargo me he puesto con
él, con la esperanza de que igual podría entender algo de lo que está pasando.
El autor es un
militar español con un currículum espectacular en misiones y trabajos para departamentos
de contrainteligencia. Escribe bien y es didáctico. Carece de visiones
maniqueas, por lo que no va a piñón fijo contra nada ni nadie, y asegura que
todos los datos que ofrece son de fuentes oficiales. Es un libro de
geopolítica, a la que define como “la actividad que se desarrolla con la
finalidad de influir en los asuntos de la esfera internacional, entendido como
la aspiración de influencia a escala global, evitado, al mismo tiempo, ser
influidos.” Pero también tiene algo de oráculo a lo Baltasar Gracián, al que
cita constantemente, lleno de recomendaciones sobre el manejo de la política
exterior.
Tiene seis
capítulos en los que analiza el funcionamiento de las superpotencias, y de los
países medios y pequeños. Tácticas que funcionan para el dominio mundial y
errores que pueden acelerar la decadencia nacional. Utiliza ejemplos históricos
y actuales. Nos habla de la importancia del dólar para Estados Unidos como
divisa internacional y cómo es prácticamente una declaración de guerra intentar
utilizar otra divisa. Cómo los rusos se hacen fuertes sembrando discordias en
Occidente y el modo que han tenido los chinos de hacerse una potencia imperial
sin que nadie se percatara.
Una obra en suma
recomendable y que seguramente es una aproximación a la realidad circundante de
lo más fiel. Lo que nos lleva a lo intranquilizante del libro, el que
seguramente tenga razón. Se repite como
un mantra que el ser humano es egoísta por naturaleza, y que solo mira para sí
y para los suyos, que en política internacional no hay aliados fiables, y que
cada Estado depende solo de sí mismo, por lo que si sus líderes son mediocres,
solo puede aguardarse servidumbre y miseria. Todo es una lucha de poder e
influencia, y no hay remedio del avestruz posible, porque aunque no queramos verlo,
los poderes externos mediatizan nuestras vidas totalmente.
Así que Pedro
Baños, u otros autores como él, pasarán a ser nuestras nuevas lecturas de cabecera.
Con todo lo bueno, su excelencia profesional, y lo malo, que no hay mucho lugar
para el cosmopolitismo en este nuevo panorama. Se avecinan tiempos en los que
habrá que defenderse y hay que saber a qué atenernos.
(Como anécdota final, en un vídeo de hace un año de una conferencia en Medellín, Colombia, Baños cuenta (38:20) que Pedro Sánchez le ofreció ser un alto cargo del nuevo gobierno, pero que en seguida alguien desde el aparato estatal orquestó una maniobra mediática de desprestigio contra él y quedó descartado. Si esto es verdad, que tiene pinta de serlo, quiere decir que en esta emergencia nacional tendríamos a un refutado profesional como él en primera línea del gobierno, lo que sin duda hubiera sido una ayuda importante.)
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