Bajo un sol evasivo y
con un suave viento arenoso, sentado en un peñasco del Atlas, Charlie abre su
tupper y empieza a engullir alcachofas. Mientras lo hace no deja de mirar a
Samira. Los tres la miramos, de hecho. En silencio; hechizados. Incapaces de
comportarnos normalmente con ella. Hasta Nicasio, que pretende estar por encima
de nuestras mundanidades genitales, parece desconcertado. Samira es bellísima; tiene
la piel morena del desierto y los ojos azules de un marinero báltico. Rezuma inteligencia
y misterio. Y lo sabe. Se ofreció a guiarnos por las montañas una vez que nos
conoció en el hostel y se notaba que sabía desenvolverse entre los azares del
mundo. No le extrañó que balbuceáramos, que nos costara articular palabras coherentes
en su presencia. Se nota que es la reacción habitual que provoca en los hombres
y parece divertirse con ello. Viene con su hermano Fouad, pero más que por
miedo a extraños, él le acompaña, creo, por defender la honra familiar en el
pueblo. Fouad, claro está, se muestra cordialmente apático a las seducciones de
su hermana y su corte de seguidores.
Nicasio es guapo,
supongo, pero marca demasiado las distancias y es incapaz de mostrar un mínimo
interés en el sexo. Es hierático y gélido. Las mujeres dudan de su orientación
sexual, o si quiera de si tiene alguna orientación sexual. “No hay sangre en sus
venas” suele ser la conclusión que sacan. No le he conocido ninguna novia
estable, y de las esporádicas, pocas y sin arraigos. Samira pronto le descartó;
Nicasio no tiene picardía ni habilidades para jugar con ella.
Yo tampoco entro en su
horizonte. Quiero pensar que porque sabe que soy padre y ella ya tuvo un padre
báltico que no supo ser padre.
Pero Charlie, como
siempre, sabe cómo desear a una mujer. No está a su nivel habitual con Samira,
se le ve demasiado nervioso, pero no parece importar. Come alcachofas con la
boca abierta. Ella aparece refulgente, camina hacia él mirándole con fijeza mientras
se acicala su melena negra. Al subir los brazos descubre su ombligo. Es pura
sexualidad. Su cuerpo ruge. Se sienta con él y, sin dejar de mirarle, coge una
alcachofa con los dedos y empieza a comérsela despacio.
Pero al poco empiezan a
pasarse las alcachofas mordisqueadas del uno al otro. Están indiferentes a su
público. Samira empieza a hablar en su idioma con agresividad y Charlie a
resoplar excitado. Luego Samira escupe una masa verdusca sobre la palma de su
mano, y Charlie la sorbe y lame hasta el último resquicio entre los dedos.
Todo pasa en segundos de
ser sexual a ser asqueroso. Fouad se va del lugar ladeando la cabeza. Nicasio
vuelve a poner cara de superioridad trascendental y también se va.
Ahora Samira y Charlie
empiezan a echarse escupitajos verdes a la cara y luego se los chupan. Charlie se
la saca y se masturba y jadea, mientras ella se frota con la rodilla de él y
canta o grita (no lo distingo bien). Entonces ella le tira el resto del contenido
del tupper a la cabeza, ya solo aceite acuoso, y le sigue escupiendo. Da la
sensación de que a Charlie le ha gustado tanto el gesto que su culminación es
inminente.
Decido que tampoco
quiero quedarme y me voy. Bajo por la colina. Ya reina la oscuridad, y Fouad y
Nicasio se congregan en torno a una linterna. Están hablando de fútbol. Me uno
a ellos.
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