En cualquier
dictadura moderadamente desestalinizada hay un grado mayor de libertad que en
el lugar de trabajo norteamericano medio.
Bob Black es un escritor libertario estadounidense muy
popular en el mundo angloparlante, aunque aquí solo se ha traducido de él La
abolición del trabajo. Wikipedia le coloca la etiqueta de “post-left anarchy”, junto a John Zerzan y Hakim Bey,
entre otros. O sea, que no se puede estar en mejor compañía. Hay ciertamente
paralelismos y diálogos entre ellos; se nota que caminan en la misma dirección.
Son tres pensadores nítidos como un disparo. No se mueven en
la academia y no hacen falta académicos para interpretar sus libros. Cualquiera
puede leerlos y sacar sus conclusiones. Esto explica tal vez que no sean populares
entre los intelectuales progres, que prefieren a autores ilegibles como Deleuze
o Lacan, de los que sólo ellos pueden ser los glosadores, convirtiéndose así en
una nueva clase sacerdotal entre seglares.
Según la wiki, Max Stirner y los Situacionistas están entre
sus referentes principales, pero los de la “post-left anarchy” demuestran que han leído
de todo y que lo han asimilado. Aun así, no hay ejercicios de pedantería en sus
páginas, lo que les hace accesibles. Sería muy interesante investigar la
influencia que han tenido entre el gran público, cómo han llegado a cuajar
entre todo tipo de gentes y les han movido a la acción.
(En el caso de las Zonas Temporalmente Autónomas de
Hakim Bey, por ejemplo, sabemos que ha sido un terremoto en el ciberespacio.)
Las propuestas que hacen son coherentemente anarquistas y
buscan la libertad individual por encima de todo, y luego la cooperación entre
esas individualidades sin esperar mediaciones externas. No hay cabida a
redentores indeseados. Pero tampoco caen en la idealización populista de asamblearismo,
y dedican mucho estudio analizar cómo funcionan los “grupos de afinidad”, con
todos sus inconvenientes.
Son teóricos de la autonomía social y no dejan resquicio por
el que puedan entrar los políticos a malmeter.
La abolición del trabajo aparece en español, como todo lo
bueno, en la editorial Pepitas de calabaza. Es realmente un artículo largo. Esta
edición tiene sesenta y cuatro páginas incluyendo apéndices y demás. Por lo que
no profundiza mucho y se centra en poner una idea en circulación. Lo que hace
con creces ya que es un texto de 1985 cuyo influencia no ha dejado de aumentar.
Describe el espacio de trabajo como un totalitarismo. El
trabajador está controlado hasta el último movimiento. Tiene un jefe despótico
ante el que cualquier negativa se considera una “insubordinación”, como la de un
hijo frente su padre. Y puesto que pasamos la mayor parte de nuestra vida en
ese espacio oprobioso, Black considera que no se puede hablar de libertad en
Occidente.
Hay muchos apologetas del trabajo, como el marxismo, que
venden que el trabajo dignifica y pamplinas por el estilo. Pero lo cierto es
que mata, y merma la salud y la creatividad de las personas. Hay que buscar una
sociedad en la que no haya que pasarse un mínimo de cuartenta horas, más
desplazamientos, en un sitio en el que no queremos estar.
Expone a matacaballo distintas alternativas, como la
robotización de las labores más duras, que permitiría trabajar menos y de
manera más grata. O propone darle un sentido más lúdico a la producción, porque
hay que seguir haciendo cosas, como subraya Black. Pero es un texto demasiado
breve como para desarrollar mucho más el tema (lo hace, una vez más según la
wiki, en otros libros que todavía no han sido traducidos.)
De cualquier manera, merece la pena leer La abolición del
trabajo. Tiene tres o cuatro párrafos de esos que se quedan grabados y que
recordaremos cada día de nuestras vidas temprano en el metro, o cuando por
ineptitud burcrática nos tengamos que quedar hasta el anochecer clavados en
nuestro puesto en la oficina.
No es mucho, pero tampoco es nada.
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