No ser fiel ya ni a las propias obsesiones.
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Los filósofos tenemos suerte de que la filosofía sea cortésmente ignorada por el público general. Si llegara a grandes audiencias todo el mundo se daría cuenta de lo ridículos que somos. Nuestros ritos, nuestras fobias, nuestras cobardías. Imagino a los comediantes sacándole partido: ¿Saben aquél que diu que unos beatos se reúnen en concilio bizantino para decidir si San Foucault había empezado al final de su vida a venerar al maligno neoliberalismo?¿Saben aquél diu que de una secta que veneraba a un tal Hegel que decía que si la realidad contradecía a su sistema pues que peor para la realidad?
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Si
observamos cómo reaccionan las personas ante los dilemas éticos comprobamos que
suelen elegir hacer el bien, y en caso de que no quieran o no puedan actuar por sí mismas apoyan a los que lo hacen. La mayoría de
la gente no quiere el perjudicar a nadie y mucho menos a sí mismos. Los
rechazos hacia los discursos del postureo moralista no son a las causas que
defienden, sino no la agenda política que ocultan. Félix Rodrigo de la Fuente despertó
la preocupación por la naturaleza en todo un país porque no se le veía con segundas
intenciones. Muchos de los ecologistas de hoy se nos antojan a sueldo de Telsa.
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Educar a la población en la detección de la falacias argumentativas cortocircuitaría el debate político público actual
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