Emilo Lledó explica que la palabra “razón” deriva de ratio, que es la manera que tuvo Cicerón de traducir el término griego logos. Pocos errores idiomáticos han empobrecido tanto a nuestra civilización. El logos para los griegos era una forma de sabiduría, y en su variante política designaba a la convivencia y a la virtud cívica (logos viene de legein, que significa escuchar, discurrir). Sin embargo con su sustitución por ratio,
y tras el interludio religioso, se convirtió casi en estadística, en un
tecnicismo sin alma moral; o sea la malhadada razón instrumental que
padecemos hoy, donde todo es cálculo numérico de medios y fines, un
imperio de las cifras.
Esto explica algo de la situación política
que vivimos, ya que el hecho de que se considere que la razón –en este
caso, razón política- tiene que ver más con la aritmética que con la
ética es lo que lleva a los seguidores de Rajoy a considerar que este
señor tiene legitimidad para ser presidente. Pero los griegos, que eran
bastante más listos que nosotros, dirían que esto es un error, que la
dignidad, el honor y el buen funcionamiento de la polis son más importantes que los números, y que hay que evitar que la democracia degenere en demagogia.
El
líder del PP podría haber ganado las elecciones por el 99% de los votos
e incluso así no debería ser presidente. La democracia no es la
dictadura de la mayoría, es el imperio de la ley y la ejemplaridad
pública. Si el número de votos se puede imponer sobre la decencia
nacional y los valores ilustrados, entonces habría que castrar a los
violadores o rechazar a los refugiados, ya que según las estadísticas la
mayoría de los españoles son partidarios de estas medidas.
Un
político que mandó mensajes a un tipo como Bárcenas diciéndole que no se
preocupara y resistiera, que dio una rueda de prensa a través de una
pantalla de plasma en momentos críticos para el país, y que ha
malgastado una legislatura convirtiendo el gobierno en una satrapía
casposa sencillamente no puede dirigir un país europeo occidental en
pleno siglo XXI. Y el ratio numérico puede decir misa.
En
la competición por el puesto a peor presidente de las últimas décadas
Rajoy y Zapatero andan a la par. Pero hay cuestiones de honorabilidad
que trascienden las estadísticas, y que por mucho que un obtuso como don
Mariano piensen que a nadie le importan, lo hacen, y dejan en mejor
posición a Zapatero: éste al menos tuvo el coraje, o la vergüenza
torera, de irse cuando se dio cuenta de que era un estorbo para el
país. Tuvo un comportamiento, finalmente, a la altura de las
circunstancias.
Ya que nuestro ínclito presidente en funciones no
llega ni a eso, solo nos queda respaldar a los que se oponen a su
nombramiento, a los que resisten estoicamente a las presiones para que
claudiquen y se abstengan. El logos, o si se prefiere el
sentido común, les avalan. De momento ayer volvieron a salvar el honor
de España. Desde aquí nuestro agradecimiento.
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