Eduardo Tijeras es un misterio. Sabemos que nació en Morón de la
Frontera en 1931 y que joven se trasladó a Madrid. Por lo demás,
mutismo. No hay datos de él en la Red. Aparece arrastrando tristezas en
alguna crónica de Francisco Umbral, que lo presenta como parroquiano del
Café Gijón o invitado en algún evento diletante. Sus libros por
supuesto están descatalogados. Y sin embargo se encuentran por docenas
en las tiendas de segunda mano, muchos títulos y muchos ejemplares, lo
que indica que tuvo algún momento de gloria décadas atrás (suficiente
gloria como para publicar tan abundantemente y que Umbral le refiera).
Los libros suyos que hemos leído son formidables. Acerca de la felicidad y la muerte es un buen ensayo sobre los existencialismos y Bajo Guadalquivir un retrato inmejorable sobre esas tierras.
Y sobre todo El estupor del suicidio,
que es una obra definitiva sobre tan desasosegante tema. Muy bien
escrito, didáctico y profundo, se nota que Tijeras lo ha leído todo
sobre la muerte voluntaria y seguramente ha dedicado años a su estudio.
Por supuesto la lectura emana efluvios melancólicos; el autor se deja
las entrañas en sus páginas, que vemos como el campo de batalla de un
hombre contra sus demonios.
Sin embargo no pierde nunca la
rigurosidad, su voluntad académica. La primera parte empieza con las
aproximaciones que la sociología y la psicología han hecho al asunto.
Luego navega por su presencia en la historia, desde la Antigüedad,
cuando el suicidio “era norma” y destino de héroes, a la Edad Media, con
la mediación religiosa; termina en nuestra en nuestra época, con
románticos, derrotados políticos y vaticinadores de catástrofes saltando
a aguas heladas o colgándose en ciudades crepusculares.
La
segunda parte es un estudio específico sobre el suicidio de escritores y
artistas contemporáneos. Aquí encontramos una lista de creadores que
decidieron matarse. Además del interés enciclopédico, que lo tiene,
Tijeras aprovecha los distintos ejemplos para desglosar motivaciones,
medios y consecuencias de la inmolación. Hay párrafos reveladores, ideas
que epatan y argumentos muy bien construidos; quedan desde luego pocos
ángulos que tratar.
El viaje termina con un breve epílogo, que
resume, y un anexo sobre el suicidio en España, interesante pero
seguramente demasiado anticuado (El estupor se publicó en 1980).
Es raro que no se haya reeditado. Hay pocos libros tan buenos sobre el tema; El dios salvaje
de Al Álvarez tal vez, pero es más fácil de encontrar. Éste merecería
volver a circular en una edición cuidada. Como los otros libros de
Eduardo Tijeras, un genial y olvidado escritor.
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