Podemos es el fenómeno político de nuestro tiempo.
Son unos chicos leídos que hacen posible lo que parecía imposible: sacar
a una parte de la ciudadanía de su sempiterno apoliticismo. Nadie pone
en duda que tiene su mérito lo que han conseguido, y que son el aviso de
que este sistema no funciona y de que existe una generación caduca que
se aferra al poder y otra que puja por tomar el mando. El
fracaso en las elecciones del domingo no creo que pueda alegrar a ningún
ciudadano de bien, ya que ha sido el respaldo al inmovilismo y la
corrupción frente a unos jóvenes que –seguramente con propuestas erradas- por lo menos están intentando cambiar las cosas.
Rajoy
es un ser gris que considera a sus conciudadanos seres inmorales que
solo piensan en su bolsillo y a los que el futuro les da igual.
Por ello no ha hecho ninguna reforma a pesar de haber tenido mayoría
absoluta y ha estimado que el saqueo de las arcas públicas será
perdonado cuando vuelva a haber dinero para todos circulando en las
calles. O sea que traslada su propia mediocridad interior al paisaje que
le rodea. Ni planes educativos, ni despolitización de la justicia, ni
saneamiento de las instituciones. Nada. Que su falta total de
patriotismo se envuelva paradójicamente en la bandera nacional hiere el
corazón de cualquier español que quiera a su país.
Por ello debe
de haber pocos votantes suyos que no se hayan enfrentado a un dilema
ético al elegir a alguien que apela a lo peor de nosotros mismos; solo una minoría será la que le habrá votado con entusiasmo.
(Seguramente a estas alturas incluso ni siquiera su otrora heroico
partido, el mismo que él ha destruido, ése que defendía la libertad
frente al terrorismo, despierta ya admiración sincera. ¿De verdad no
había nadie más digno para encabezar al Partido Popular?)
La
cuestión entonces es encontrar una explicación a que más de siete
millones de españoles hayan elegido sin la más mínima convicción a este
señor. Se dice que es por miedo a las hordas bolivarianas que venían a
arrebatarles su prosperidad económica y que a la gente no le gustan los
experimentos. Habría que preguntarse si está tan claro que esto que
vivimos es prosperidad y si es indiscutible que un gobierno morado fuera
a hundir la economía. Por otro lado, sin duda Podemos tiene un perfil
excesivamente intelectual en un país donde los libros parece que
asustan; además sus propuestas son demasiado metropolitanas para un
cuerpo electoral donde prevalece el campo y las provincias.
También
es cierto que lo de describirlos como unos estalinistas come-niños se
ha hecho desde medios afines al Gobierno, porque incluso si los
podemitas gozaran de mayoría parlamentaria, en este contexto
globalizado, dentro de la Unión Europea y con la obligación de
presentarse a elecciones cada cuatro años, sería imposible que abrieran
gulags en los Pirineos por mucho que quisieran. De hecho Syriza gobierna
en Grecia y no ha pasado nada de lo profetizado por agoreros.
Seguramente
los millones de personas que han votado a Rajoy lo han hecho más bien
irritados por la nada disimulada voluntad de hegemonía de Podemos.
La hegemonía es esa idea fetiche que consideran un arma ideológica y
que ha sido probablemente lo que les ha costado el triunfo. La gente es como es y no quiere que le digan cómo vivir su vida,
aunque sea una vida en los lindes de la pobreza. Los dirigentes
podemitas huelen a altivos ingenieros sociales que vienen a dejar sin
tapitas en el bar ni derby los domingos al español medio, para
convertirlo así en un ilustrado y moderno escandinavo que come arenque y
hace nudismo. Eso al español medio le suena a injerencia, no a mejora.
No
hay que olvidar la advertencia de Julián Marías, que decía que la gente
tolera que le cambien un sistema político pero no un sistema social. Debemos transformar el sistema político, sin duda, pero sin inmiscuirnos en los hábitos y creencias de nuestros compatriotas,
que ya cambiarán gradualmente al haberse modernizado las estructuras
socioeconómicas. La superstición, el fútbol, los nacionalismos, la
incultura…, todas estas lacras no se combaten con decretos
gubernamentales; se desgastan con reformas educativas, racionalizado la
economía y dinamizando a la sociedad, entre otros cosas. Y se hace así,
como de tapadillo, sin olvidar nunca que el pueblo se siente feliz como es, o sea que es socialmente conservador.
1 comentario:
Tienes, o tenías, demasiada buena opinión de Podemos.
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